El Día de la Constitución transcurrió a nivel oficial en torno a la necesidad de reforma de la Constitución de 1978. El presidente Rajoy no hurtó abordar la cuestión mostrándose extremadamente prudente pero atendiendo a tal posibilidad. Lo mismo hizo en Palma la nueva delegada Maria Salom, siempre «desde el respeto a la unidad de España y a la legalidad». Por su parte, Francina Armengol fue mucho más lejos y reclamó una estructura federal que implique para Balears poder contar con más recursos públicos y un mejor encaje territorial dentro del Estado. La polémica está servida. Pero lo más destacable es la apertura al diálogo, expresado por Salom y que sin duda es del agrado de Armengol. La solución final ya se verá, pero sin duda supondrá un avance para Balears.

Aprovechar la oportunidad. Es evidente que cada vez se escuchan más voces que reclaman una mejor financiación autonómica para las autonomías más productivas y unas estructuras de Estado que lo faciliten. Balears debe aprovechar esta oportunidad con independencia de ideologías o partidismos. El camino es el diálogo. Fruto de esta actitud positiva ya se verá si la solución es un proyecto federalista, como reclama Armengol, o una mejora y consolidación del actual sistema fruto de la negociación, tal y como parece del agrado de Salom. En todo caso supondría poder contar con recursos suficientes para que la inversión pública estuviese al nivel de su empuje privado.

Rajoy debe ceder. El presidente, pese a su exasperante prudencia, sabe que debe abordar con más profundidad la cuestión autonómica. Un gran debate nacional sobre la reforma de la Carta Magna es la mejor manera de enhebrar el futuro. Un debate abierto a todas las sensibilidades, ópticas ideológicas y perspectivas territoriales. Un Congreso sin mayorías absolutas es altamente propicio para este diálogo, del cual pueden surgir soluciones beneficiosas para en conjunto de la nación y plasmarlas en una mejorada Carta Magna.