La suspensión de la visita del presidente de México, Enrique Peña Nieto, a Washington es el último episodio protagonizado por el nuevo presidente de EEUU, Donald Trump. En esta ocasión, a costa de la financiación del muro fronterizo. Desde que el mandatario norteamericano llegó a la Casa Blanca no ha dejado de tomar decisiones controvertidas, las cuales están generando una gran ola de indignación ciudadana en EEUU y otros países. Trump mantiene casi invariable el discurso demagógico que le llevó al poder, acentuando su efecto mediático por la evidente trascendencia que tiene como máximo responsable de la primera potencia mundial.

Contra todo y todos. Trump quiere derribar con especial empeño los tímidos avances sociales de su predecesor, el demócrata Barack Obama, como ha ocurrido con el ‘Obamacare’. También ha anunciado su abandono de los acuerdos económicos con los países asiáticos y amenaza con hacer lo mismo con sus vecinos, México y Canadá. El proteccionismo es la fórmula que el presidente esgrime como remedio a la crisis de determinados sectores productivos, aunque sea amenazando a sus empresarios. Para alcanzar sus objetivos, poco le importan a Trump los intereses de las minorías étnicas, la protección del medio ambiente o la estigmatización de los emigrantes latinos. La dinámica, en la que no se escatima el desprecio hacia los medios de comunicación, es observada ya con preocupación dentro y fuera de los EEUU.

Situación insólita. No hay precedentes de un recién elegido presidente de los EEUU con tanto rechazo en la calle y con tanta capacidad de aglutinar la oposición social. Y eso que el mandato apenas tiene una semana. Algunos analistas predicen que Trump no podrá acabar su período presidencial si no rectifica con urgencia la estrategia actual –que incluye amenazas y sanciones a sus críticos–, entre otras razones por las reticencias de algunos apoyos procedentes del republicanismo.