El episodio que se vivió el martes durante el pleno del Parlament se inscribirá en su historia como uno de los más lamentables y bochornosos. La disputa pública por los escaños que la Mesa asignó a las dos diputadas expulsadas de Podemos e integradas en el Grupo Mixto –Xelo Huertas y Montse Seijas– situó, por desgracia, el nivel actual en el que se encuentra la política balear. La polémica es pueril y anecdótica si se quiere, pero refleja hasta qué punto las instituciones son sometidas al juego de los intereses partidistas, muy alejado –como se pudo ver– del debate social o ideológico.

Respeto institucional. A nuestros diputados les es exigible un debido respeto institucional, circunstancia que no se dio en el hemiciclo y del que, en primer lugar, hay que responsabilizar a la Mesa. La asignación de los escaños de Huertas y Seijas junto con el PP y Ciudadanos fue una decisión arbitraria. No tenía otra intención que humillar a las dos diputadas expulsadas de Podemos. El reglamento exige que todo el Grupo Mixto esté agrupado y esto no sucede ahora. Se debería explicar la excepción admitida para la diputada de Gent per Formentera, a la que se le permite ocupar su escaño junto al resto de los grupos de izquierda. Con este precedente, el presidente interino de la Cámara, el socialista Vicenç Thomàs, no debería haber permitido lo que sucedió ayer.

Descrédito político. Cabe preguntarse hasta cuándo se piensa prolongar este proceso de descrédito al que se está sometiendo al Parlament, insistimos que por parte de todas las fuerzas allí representadas. Por activa o por pasiva. El Pacte debe ser capaz de asumir cuanto antes la responsabilidad de cerrar la crisis generada por la destitución de la presidenta Huertas, alejarse del cortoplacismo interesado y resolver esta penosa situación. El que debería ser el foro de debate de los graves problemas que acucian a los ciudadanos de las Islas no puede seguir colapsado y endogámico. Este no es el autogobierno que se reclama desde la calle.