Baleares no es una excepción en la oleada creciente de contagios que se están registrando en España durante las últimas semanas, una situación que llevó ayer al portavoz del Comité de Enfermedades Infecciosas de la Conselleria de Salud, Javier Arranz, a advertir de la posible aplicación de confinamientos selectivos para contener la expansión del virus. De hecho, para las próximas dos semanas se han anunciado nuevos picos, un claro síntoma de que se está muy lejos de tener controlada la situación. Las razones por las cuales se ha llegado hasta este escenario son múltiples y complejas, pero el comportamiento despreocupado de parte de la ciudadanía está siendo, sin duda, determinante.


Falta de conciencia.
El fin de la desescalada y su coincidencia con el período estival, que favorece la movilidad, han acabado generando un cóctel propicio para la multiplicación de los contagios en Baleares. Las escenas de encuentros multitudinarios y sin ningún tipo de protección han proliferado hasta que han sido perceptibles sus nefastas consecuencias. La sensación de inmunidad frente al riesgo de la población más joven también ha incentivado estos comportamientos temerarios. Los mensajes de que el peligro había desaparecido calaron de inmediato mientras las voces de reclamaban prudencia y cautela eran relegadas a un segundo plano, el resultado de todo ello es palpable en los datos estadísticos de estos días; pero también en las cifras de ingresos y fallecidos.

Disciplina personal.
Arranz, como su homólogo a nivel estatal, Fernando Simón, admiten que no hay otro modo de frenar el COVID-19 que el cumplimiento estricto de las normas básicas: mascarilla, distancia social y lavado de manos. En todo momento, sin excepciones. A tenor de sus palabras lo peor todavía está por llegar, malos augurios para unas Islas que ya ve imposible salvarse del naufragio económico.