La economía de Baleares entró en recesión durante el primer trimestre del año por el coronavirus. La caída inicial del 4,5 por ciento en los tres primeros meses del año se ha acentuado con el estancamiento de todos los sectores y un desplome del Producto Interior Bruto (PIB) regional que, según el Govern, se situará en el 25,4 por ciento al concluir este ‘año de la pandemia’. El durísimo impacto de la covid provocará un retroceso de veinte años. La destrucción de puestos de trabajo en Baleares, al ritmo más alto de España y la paralización de una economía que depende del sector servicios -léase turismo- tienen consecuencias dramáticas para las Islas, que descienden del puesto seis al 11 en la relación de las comunidades más ricas. Un cataclismo que ya nos ha situado, por primera vez en la historia reciente, por debajo de la renta media española.

Persiste la incertidumbre.
Ya no son percepciones, sino datos contrastados que avalan la magnitud de la triple emergencia -sanitaria, social y económica- en el Archipiélago porque la temporada turística se frustró con el cierre de fronteras de los países emisores tras el repunte de los contagios a partir de julio. Ahora mismo, a la espera de la eficacia de las campañas de vacunación que han de empezar en enero, el escenario es de incertidumbre y de extraordinaria preocupación.

No podemos quedar relegados.
A la espera de la aprobación de los Presupuestos del Estado para 2021, desconocemos los proyectos y las inversiones estratégicas para reactivar la economía local que presentará el Govern balear al Gobierno de Pedro Sánchez para obtener fondos del programa Next Generation EU. Como comunidad más afectada por la pandemia, Baleares debe ser priorizada, si bien corresponde al Govern liderar la exigencia para obtener más recursos de este multimillonario mecanismo de la Unión Europea. No podemos volver a quedar relegados como ocurre con el Régimen Especial y la financiación autonómica.