Baleares tiene el dudoso honor de ser la última comunidad autónoma por la inversión que destina a la investigación, una posición que se ha cronificado desde hace décadas aunque se perciben los primeros indicios de un cambio de tendencia. Hay, sin duda, ejemplos notables de proyectos investigadores en las Islas y con una amplia repercusión internacional, la mayoría de ellos surgidos a partir de la Universitat de les Illes Balears. Sin embargo, falta todavía una clara apuesta social que permita dar el salto cualititivo y cuantitativo que suponga el despegue definitivo de la investigación de primer nivel en las Isla, el potencial existe; sólo falta el impulso definitivo.

Una alternativa factible.
Cuando se plantean alternativas al monocultivo turístico en Baleares, cuya hegemonía es por el momento indiscutible, en pocas ocasiones se escuchan argumentos en favor del fomento de la investigación como polo de desarrollo económico. Las actividades vinculadas con los sectores más tradicionales cuentan con serias dificultades para superar la competencia del exterior mientras que, a la vez, los costes de insularidad lastran su posible crecimiento. Sin embargo, la investigación logra salvar las barreras espaciales con enorme facilidad y la conectividad internacional de las Islas son una enorme ventaja respecto a posibles competidores; ésta fue, precisamente, uno de los puntos fuertes sobre los que se promocionó el Parc Bit de Mallorca. Queda por ver, sin embargo, si esta infraestructura se acabará construyendo finalmente en Ibiza, tal y como se reclama desde hace años.

Apuesta institucional.
Activar esta nueva dinámica requiere una estrategia global que debe encabezar el Govern con un amplio consenso político y social, hay espacio y talento suficiente en Baleares para acometer con éxito una iniciativa de estas características, pero es necesario un liderazgo claro que ahora, por desgracia, no existe. Reactivar la investigación es una tarea colectiva que no puede seguir quedando relegada al esfuerzo individual de unos pocos.