La retirada de las tropas de Estados Unidos y sus aliados de Afganistán -al que llegaron hace veinte años, tras los sangrientos atentados de las Torres Gemelas de Nueva York- constituye un severo error con directas repercusiones en toda aquella región y para el conjunto de la política internacional. Veinte años después, los talibanes han conseguido entrar en Kabul y el presidente Ashraf Ghani ha huido del país. Un fracaso, rotundo y doloroso, para los países que se habían comprometido a sacar al país de la barbarie de los islamistas. La consecuencia de esta derrota sin paliativos consiste en que Afganistán vuelve a estar en poder y bajo el control de los talibanes. mediante una eficaz y rápida acción relámpago llevada a cabo coincidiendo con la retirada de las fuerzas de la OTAN, dominan el 90 por cient0 del territorio afgano -controlan 30 de las 34 capitales- y abre la puerta para que el país centroasiático se convierta en un nuevo emirato.

Ganan los fundamentalistas islámicos.
El proceso constituyente abierto cuando los fundamentalista islámicos fueran descabalgados del poder por Estados unidos no ha prosperado. El Ejército afgano no ha sido capaz de oponerse a los líderes mujahidines, los grandes señores locales implicados en la acción bélica y quienes promueven el cultivo de la amapola de opio y la producción de heroína. También ha fracasado el intento del presidente Ghjani Ahmadzai de establecer un marco de diálogo y convivencia con sus contrincantes políticos.

Retroceso y negativas consecuencias.
Todo apunta a un retroceso y negativas consecuencias que sufrirán las mujeres, a las que se niega su participación en actividades públicas y el acceso a la educación; el adoctrinamiento de los niños; un incremento del tráfico de heroína hacia las capitales del mundo; la salida de terroristas islámicos, que constituyen una amenaza para la paz mundial, y la llegada masiva de refugiados a Europa. Un escenario preocupante que anuncia dificultades y nuevas tensiones.