La crisis atómica que arrastra Vox en Baleares continúa sin alcanzar su cota máxima. Pasan los días y el esperpento va en aumento. La voracidad y la crueldad de su batalla interna admite pocas comparaciones, al igual que la erosión que está provocando a la imagen del Govern. La guerra es total. Es probable que los cinco diputados amotinados de la formación ultra no calcularan el alcance real de su acción. Transcurridos apenas ocho meses de las elecciones autonómicas, Vox se ha desangrado en tiempo récord. Logró ocho diputados en los comicios y bajo la órbita del partido sólo quedan dos: Patricia de las Heras y Gabriel Le Senne.

Estabilidad y credibilidad

Al margen de ideologías, es indiscutible que el nivel de credibilidad de la formación de Abascal en Baleares está bajo mínimos. Después de 48 horas repletas de turbulencias y muchas dudas, los díscolos de Vox lanzaron ayer un analgésico a Prohens y advirtieron que la estabilidad del Govern está garantizada. Darán su apoyo a la líder del PP, aunque no presidan el Parlament. De hecho, si el día de la implosión se daba por hecho que Idoia Ribas relevaría a Gabriel Le Senne, ahora mismo es bastante probable que no sea así y que sea un ‘popular’ quien ocupe la presidencia de la Cámara.

El gran problema de Prohens

Llegados a este punto, el gran problema al que se enfrenta Prohens es que sus compañeros de viaje –cinco diputados suspendidos por su propio partido– no son fiables. Sus intrigas palaciegas y cainismo parecen nublarlo todo. Entre tantos escombros, es fácil perder de vista lo sustancial del asunto. Los cinco díscolos deberían tener en cuenta que fueron votados por pertenecer a un partido y son un mal necesario para Prohens. En este caso, la aritmética es contundente. La otra solución, la definitiva y la más higiénica, sería convocar elecciones, pero de momento no aparece en la hoja de ruta.