Ha pasado doce años al frente del sindicato más importante de nuestro país, Comisiones Obreras, y acaba de despedirse de la arena sindical entre aplausos de sus defensores y críticas feroces de sus detractores dentro de la formación que ha dirigido hasta ahora. Se trata de Antonio Gutiérrez, que entró siendo joven y desconocido en el sindicato comunista y se despide de la Secretaría General considerado por muchos como un líder imprescindible para la izquierda española. Durante su largo mandato logró desvincular al sindicato del partido al que estuvo unido desde siempre, el PCE, y algunos incluso le acusan de haber abonado la permanencia de la derecha en el poder gracias a numerosos pactos y a una política dialogante con el Partido Popular. Pero no se quedan ahí sus críticos. A Antonio Gutiérrez se le recriminan muchas cosas, como a cualquier líder que permanece por mucho tiempo en lo más alto de una organización poderosa.

Se dice de él que es teatrero y capaz de mentir con inusual soltura, pero también que su oratoria es digna de elogio, así como su capacidad de negociación, cualidades que le convertirían en un estupendo político, ya qua muchos creen que por ahí dirigirá sus pasos a partir de ahora. Sólo que no lo hará "previsiblemente" en Izquierda Unida, como hubiera parecido natural, sino en el PSOE, donde, por cierto, bien necesitados están de un líder carismático capaz de recomponer el partido tras las elecciones del mes pasado.

Comisiones Obreras continuará su trayectoria de la mano de José María Fidalgo, un leonés refinado que hereda un sindicato consolidado, dividido, eso sí, en dos grandes facciones, pero lleno de un futuro que él sabrá dirigir en forma distinta a como lo hizo su predecesor. Eso al menos creen quienes le conocen. El tiempo lo dirá.