Lo que parecía imposible hace unos meses, la foto del apretón de manos entre José María Aznar y Juan José Ibarretxe, se materializó ayer en el Palacio de la Moncloa gracias a unos resultados en las urnas que nadie fue capaz de predecir. El tema estrella de la reunión fue, cómo no, ETA. Un asunto que colea dramáticamente desde hace treinta años y al que ninguna propuesta ha conseguido dar solución. Sin embargo, los inicios son esperanzadores. Ibarretxe ha acudido a Madrid con talante dialogante, con ideas y con propuestas tendentes a establecer lazos de comunicación entre todas las partes implicadas en buscar una salida al conflicto. Y Aznar también ha presentado sus propuestas.

No ha habido acuerdo en muchos puntos pero lo importante es que se pueda superar el período de confrontación que ha caracterizado a la última legislatura vasca y avanzar hacia una colaboración necesarísima en cuestiones de esta magnitud. Es lo que viene reclamando la ciudadanía y cualquiera con un poco de sentido común desde hace mucho: hablar, hablar y hablar. Hasta que se encuentren puntos en común que puedan significar la partida de un camino conducente a la pacificación del país.

Son muchos los frentes abiertos en el País Vasco en torno a la violencia. La muerte de la etarra que manipulaba dinamita en un apartamento en Torrevieja lo ha puesto en evidencia. Una chica de la que nadie sospechaba la más mínima vinculación con el terrorismo. Alegre, enamorada de los niños y empleada en una guardería a la vez que estudiaba Magisterio y Puericultura. Así son los asesinos de hoy. Gente corriente camuflada a la perfección entre la población pacífica.

No será fácil luchar contra ellos, por eso toda la colaboración es poca y lo mínimo que tenemos que exigir a los políticos es que se sienten y se entiendan de una buena vez. Para hablar de paz y para hablar de autogobierno, dentro del marco jurídico del Estatuto de Autonomía y la Constitución.