Las urnas no mienten. Los resultados que han ofrecido estos comicios en las Pitiüses reflejan una caída del Pacte Progressista difícil de prever y dejan en el aire el futuro de esta coalición de izquierdas. Las razones de tan rotundo fracaso se podrían resumir en tres puntos: la recesión económica, el territorio y la inestabilidad política en la máxima institución insular. En el primer punto, la coyuntura ligada directamente al turismo que se ha vivido estos cuatro años no ha favorecido los intereses del Pacte, que lejos de mejorar los excelentes registros pasados ha visto como menguaban los ingresos de los ciudadanos y crecía su desconfianza con respecto a los gobernantes. El segundo punto de controversia se ha vivido con la política de territorio promovida desde las instituciones progresistas. El afán proteccionista, en algunas ocasiones desmesurado, ha chocado de frente con los intereses de muchos ciudadanos, que vieron como sus tierras pasaban de tener un gran valor a no valer nada tras pasar por el nuevo tamiz institucional. Ahí, quizás se le hayan ido al Pacte gran cantidad de votos. Por último, la inestabilidad que se ha vivido en el Consell Insular estos cuatro años tras la división con Joan Buades ha provocado la ingobernabilidad de una institución, que lejos de avanzar en sus pretensiones iniciales, se atascó en los grandes proyectos sin poder ofrecer resultados interesantes a los ciudadanos. En este punto, también habría que incidir en las formaciones que conforman el Pacte Progressista. El gran protagonismo que se le ha dado a los partidos situados más a la izquierda, como ENE y ERC, ha terminado por hastiar a un importante sector de una sociedad que, como ha quedado demostrado en las urnas, es más conservadora que progresista. Tras estos resultados electorales se abre un sinfín de interrogantes, pero ante todo uno: ¿es el fin del Pacte Progressista?