Por encima de algunos otros, dos aspectos llaman la atención en torno a lo que desde hace ya tiempo está ocurriendo en Ceuta y Melilla. En primer lugar, la calma -por no decir llanamente, pachorra- con la que este Gobierno y los anteriores han venido enfocando un problema que resultaba del todo previsible. Y en segundo lugar, la relativa indiferencia con la que la Unión Europea contempla una grave cuestión que no es exclusivamente española sino que de una u otra forma afecta, o es susceptible de afectar, a la totalidad del continente. Pese al aparente buen momento por el que atraviesan las relaciones entre Madrid y Rabat después del deterioro diplomático registrado tras los mandatos de Aznar, nadie podía descartar que las autoridades marroquíes intentaran echarle a las españolas uno de esos pulsos a los que periódicamente recurren. Y el extraordinario aumento de los flujos migratorios, principalmente subsaharianos, que llegan en la actualidad a Marruecos convertía a Ceuta y Melilla en lugares privilegiados al respecto. Con la más que mediana «tolerancia» que Marruecos ha reservado en lo concerniente al aluvión de inmigrantes que llegan a las inmediaciones de las dos plazas españolas, se podría decir que desde Rabat se está sometiendo a prueba, tanto la «flexibilidad» de nuestras defensas fronterizas, como la probadamente tardía capacidad de reacción de nuestros políticos. Y así, mientras Marruecos sigue con su juego y España afronta la cuestión como puede, nos encontramos a una Unión Europea que contempla hasta ahora los toros desde la barrera como si el asunto no le afectara. En ningún caso Europa debe caer en la tentación de otorgar a España el papel de gendarme de su frontera sur. Por el contrario, entendiendo el problema como suyo las naciones europeas están obligadas a favorecer políticas más amplias de inversión, comercio, ayuda, y cualesquiera otras que redunden en un mayor desarrollo de los países africanos hoy convertidos en foco de emigración. De no hacerlo, tal vez comprenderán demasiado tarde que estamos ante un problema de los que se internacionalizan en poco tiempo.