De duro, incluso de durísimo, cabe calificar el informe presentado días atrás ante la Comisión correspondiente del Parlamento Europeo sobre la evolución del urbanismo en ciertas zonas de la geografía española. Expresiones como «hormigonamiento de la costa», o alusiones al «descomunal enriquecimiento de una pequeña minoría a costa de la mayoría», figuran textualmente en un informe que será discutido el próximo día 11 de Abril en la Comisión de Peticiones de la Eurocámara. La delegación parlamentaria que tenía a su cargo la elaboración del informe centró sus visitas en algunas zonas de Andalucía, Valencia y Madrid, y concluyó que en ciertos casos concretos la excesiva construcción supone con demasiada frecuencia el expolio de una comunidad y una cultura. Es obligado admitir quela dureza del informe no habrá sorprendido a la mayoría de ciudadanos de este país que conocen sobradamente los resultados que se derivan de la conjunción de la ambición de promotores y constructores sin escrúpulos y la culpable irresponsabilidad de unas autoridades locales y regionales que dejan hacer e incluso se benefician de ello. Muchas áreas de España son hoy víctimas de una excesiva urbanización llevada a cabo por añadidura sin la menor contemplación, y en este sentido entendemos que harían bien las delegaciones europarlamentarias en ampliar el abanico de sus visitas, llegando a lugares -por ejemplo, Baleares- en los que el problema data ya de antiguo. De hacerlo, comprobarán que en muchos sitios son sus propios habitantes los que se rebelan ante un desaforado urbanismo que hacer crecer exageradamente, y mal, lo que hasta no hace mucho eran tranquilas poblaciones. Poner coto a tanto exceso, empezando por meter en cintura a unas autoridades locales que permiten semejantes disparates, conforma actualmente un imperativo inexcusable. Desde hace ya tiempo lo sabíamos en España y ahora han tenido constancia de ello en Europa.