En Las antiguas Pitiusas (1869) del Archiduque Luis Salvador de Austria, se dice, al referirse a sa Penya, que es un conjunto de casitas de pescadores, blancas, de azoteas planas y un sinnúmero de balcones sostenidos casi siempre por traviesas de madera. «Las rúas que cruzan que cruzan esta parte de la Marina –añade- se disponen de manera laberíntica, subiendo, aquí, bajando allá, entrecruzándose y, algunas, desembocando al fin en la pequeña plaza de sa Drassaneta”. En 1972, mi primo Paco Verdera, en Ibiza, guía turística de la editorial Everest, narraba que “Desde el mar, a la izquierda, el barrio de sa Penya, de un extraordinario encanto arquitectónico, que hoy los pescadores ibicencos comparten con las boutiques, los bares hippies más célebres y los estudios y talleres de artistas y de escritores. Barrio blanco y laberíntico, que es forzoso callejear». En 1989 sa Penya fue declarada Conjunto Monumental Histórico por su tipismo y especial configuración mediterránea. Además, también tiene la denominación de “aledaño” de Dalt Vila, Patrimonio de la Humanidad».

Pues bien, en la actualidad, sa Penya es una zona degradada, marginal y tercermundista. Allí se vive una situación límite porque es un centro abastecedor de drogas y en donde la conflictividad es permanente debido a la interacción entre los delitos y las sustancias estupefacientes. Es decir, los drogadictos se ven precisados a cometer delitos para poder comprar la sustancia que su cuerpo necesita diariamente. De manera que, aquí y ahora, se produce una cadena causa efecto, que repercute muy negativamente en el aumento de los delitos cometidos contra la propiedad –en toda la isla-, incluyendo la fuerza y la intimidación.

En sa Penya, por desgracia, no se puede callejear porque los ibicencos saben que no es un barrio seguro. Y que vergüenza que la tengamos que esconder a nuestros turistas y visitantes.

En sa Penya hay siete entradas, que para poder ser controladas sería necesario disponer de unos 45 agentes, manifestó en su día el Comisario de la Policía Nacional, Ángel Marí. Hoy en día –creo yo- debería reunirse la Junta de Seguridad Local del municipio de Eivissa y acordar un severo control con miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado y de la Policía Local. Acaben de una vez por todas con el tráfico de drogas y el “anar fent” y no dejen que la situación se pudra todavía más.

En sa Penya hay viviendas que no son habitables y que no están conectadas a la red eléctrica de Gesa ni a la de abastecimiento de agua potable, pero en ellas vive gente.

Entiendo que es un problema difícil de resolver y la prueba está en que a lo largo de los años se han realizado diversos estudios sobre la intolerable situación del antiguo barrio de pescadores. Así que he entrado en el túnel del tiempo para recordar, y así anoto el año 1994 se aprobó el Plan Especial de Protección y Rehabilitación o Recuperación (PEPRI). Se expropiaron corrales y se derribaron, compraron edificios y hasta se abrió un retén municipal en la Plaça des Sitis. También se abrió, creo que en 1999, un centro social en el Carrer de la Mare de Déu, un centro sanitario en sa Drassaneta y una oficina de rehabilitación. Y con fondos del Plan Mirall se realizaron obras de saneamiento, conducción de agua potable y se pavimentaron algunas calles.

El caso es, según parece, que hay españoles y extranjeros que han comprado casas en sa Penya y que han intentado rehabilitarlas para ir a vivir allí, pero a última hora desisten. Sin lugar a dudas, para recuperar sa Penya, hace falta decisión, imaginación y que el Ayuntamiento de Eivissa se convenza que hay que recuperar sa Penya. No es suficiente limpiar y adecentar algunas calles y paseos, que ya está bien, pero también se necesita, además de la actuación municipal, la decidida intervención del Consell Insular y de la Delegación de Gobierno.