Juan Manuel Rodríguez Poo. | UIMP

No le conozco de nada, ni he hablado con él, ni sabía de la existencia del ciudadano Juan Manuel Rodríguez Poo, pero en este país de indiferencia de conductores de autobús ante las apariencias de que a una chica la puedan violar; en esta Cataluña, donde toda una comunidad autónoma, con su consejero de Sanidad al frente, han hecho un colectivo común contra una humilde enfermera, sin que ni sus compañeros, ni los médicos, ni los enfermos a los que atendió, ni una sola persona del Hospital Vall d’Hebron, mostraran el más mínimo interés, ante un repugnante lapidamiento social, que hacía tiempo que no contemplábamos; en esta España, que me recuerda el egoísmo por el descompromiso de la dictadura de Franco, aquél medroso «no te metas en problemas»... en esta España donde los cobardes son legión y los valientes una especie de anormalidad, rindo mi admiración por el cesado responsable del Instituto Nacional de Estadística, que no se plegó a las presiones, a la extorsión, a las amenazas groseras de Moncloa, porque los datos que proporcionaba –la realidad, la verdad– no coincidían con los deseos, con los ensueños, es decir, con las mentiras que todo político totalitario aspira a que sean dogmas incontrovertibles, sin ninguna discusión.

Y al valiente lo han cesado, claro. Aquí sólo se admiten como socios palmeros inmorales, periodistas aduladores, ciegos y sordos ante las insultantes injusticias, es decir, cobardes de diferentes clases, pero siempre que la cobardía sea su base de hormigón. ¿Cómo nos va a extrañar el acoso escolar, el laboral, el académico, si en la escuela, en la empresa, en la universidad, los cobardes ocupan amplios espacios y someten a los pocos valientes que quedan a vejaciones y expulsiones, ante indiferencia de la inmensa y medrosa ciudadanía?

Pero siempre hay un hombre al que no se puede comprar, una persona como Juan Manuel Rodríguez Poo, que nos renueva la esperanza.