Mientras por la izquierda ya suenan los clarines del sálvese quien pueda, Vox insiste en poner palos en las ruedas del PP para rematar el cambio político en Baleares, a veinticuatro horas de que termine el tiempo para presentar candidaturas a las elecciones generales y corriendo los plazos de constitución de las instituciones insulares y autonómicas, después de que lo hicieran, ayer, los ayuntamientos.

Con la convocatoria de comicios generales justo después de la reciente derrota de la izquierda en las urnas, Pedro Sánchez pretendía cortar de raíz las celebraciones del PP y buscar acomodo para los ya cesantes –en Baleares solo algunos, porque para contar las plazas con futuro sobran los dedos de una mano– y los que van a serlo con los calores de julio: el consejo de ministros se ha convertido en factoría de candidatos cuneros repartidos por toda la geografía nacional. En la candidatura socialista insular, Francina Armengol se ha colocado de número uno apartando de sí misma el cáliz de tener que ejercer de oposición, a pesar del mandato recibido de los electores. En su despedida, Armengol calificaba su gestión como «un excelente trabajo», consideración que básicamente se contradice con el hecho de haber perdido las elecciones. Distinta es la situación de la nutrida relación de ex que son funcionarios. Al menos, no han de preocuparse por el sustento mensual, como ocurre con todos aquellos que habían hecho del cargo el único norte de su existencia laboral, con el agravante de van a ser muy limitadas las posibilidades de recolocación en asesorías de los grupos socialistas en las instituciones.

Otra situación llamativa es la del hasta ahora senador autonómico, Vicenç Vidal, designado por el Parlament como parte de la alianza de izquierdas de la legislatura que termina. Concurrirá a las elecciones al frente de Més Sumar, o Sumar Més, es decir Yolanda Díaz y el mismo Més que hasta hace nada se ufanaba por haber alcanzado un acuerdo con sus homólogos de Menorca y Eivissa para presentarse a las generales sin ataduras con ningún partido nacional y garantizar de esta manera el mantra, devenido tópico, de la voz de Baleares en Madrid. El conocimiento adquirido de los recovecos madrileños por parte del senador y las amistades establecidas parecen haber tenido un peso decisivo a la hora de configurar el pacto que sitúa a Vidal el primero de la lista, sin que por supuesto tenga garantizada su continuidad en las Cortes.

El festival de navajas (lúcida expresión de Javier Carballo) mediante el que se pretende consolidar el invento de Yolanda Díaz, con el indisimulado apoyo mediático de los epígonos de Sánchez, no es precisamente el mejor banderín de enganche para los electores de extrema izquierda a los que van a pedir el voto. Las facturas pendientes con Pablo Iglesias e Irene Montero, los odios fermentados lentamente con las actitudes y forma de dirigir Podemos, parecen haber sido la mejor argamasa para Sumar. De hecho, en Baleares, de Podemos, poco se ha sabido en relación a ese partido, más allá de la dimisión de su dirección aplazada hasta después del 23 de julio. El síndrome de Caín que padece la izquierda desde tiempo inmemorial se ha manifestado en toda su crudeza y aún quedan veinticuatro horas para cerrar las listas.