Ses Feixes d'es Pratet, este pasado martes. | Irene Arango

Cada vez es menos comprensible que sobre ses Feixes d’es Pratet exista algún tipo de protección. Cualquiera que pase por la zona puede comprobar que aquello se ha convertido en un vertedero sin control en el que, además, malviven numerosas personas inmersas en espirales vitales de las que es muy difícil salir. Los vecinos, sobre todo aquellos cuyas viviendas dan al camí de can Murtera, están preocupados por la más que evidente degradación. Y muchos se sienten inseguros porque, seamos realistas, esa es la sensación que tendríamos casi todos (siempre hay excepciones) si a las puertas de nuestras casas viéramos cada día a personas sin hogar defecando, orinando, bebiendo o peleando.

Ses Feixes d’es Pratet se protegieron en el nombre del medio ambiente y de la tradición. Y ahí se quedaron. Una vez escenificado el espectáculo progre en el que las plantas son más importantes que las personas y el pasado remoto debe condicionar nuestro presente, las cosas se dejaron tal cual. Y eso que ya entonces existía allí dentro todo un inframundo poblado por esos que ahora llamamos los más vulnerables de la sociedad. Los proyectos de recuperación que nos vendieron entonces y que ocuparon portadas y portadas se guardaron en un cajón y ahí deben seguir. Eso en el caso de que existieran, que yo ya empiezo a dudarlo.

Ses Feixes son hoy un vertedero a todos los niveles. Ni el PSOE ni el PP han hecho la más mínima acción para evitarlo. Unos por convicción y otros porque no vaya a ser que la prensa del régimen progre les crucifique. Todos, eso sí, han aplaudido la construcción de un aparcamiento que, aun siendo necesario, contamina medioambiental y visualmente mucho más que un edificio de viviendas. El día que haya una desgracia, que la habrá, vendrán los lloros. Pero que no digan que no estaban avisados.