Imagen del incendio de Valencia.

Tras el trágico y pavoroso incendio del edificio de viviendas de Campanar, en Valencia, donde 10 personas perdieron la vida el pasado día 22 de febrero, 131 familias se quedaron sin vivienda. Al día siguiente del luctuoso suceso, cuando aquella mole carbonizada aún humeaba, el Ayuntamiento de Valencia anunció que ponía a disposición de aquellas víctimas que lo requirieran, un edificio de nueva construcción, de titularidad municipal, en Safranar. Ya se han instalado allí un total de 54 familias que lo perdieron todo, pero salvaron la vida, que no es poco.

La pregunta que se me viene a la cabeza es qué sucedería si algo así, Dios no lo quiera, se diera en Ibiza, o en Mallorca, que para el caso lo mismo da. Hace lustros que ningún ayuntamiento de Baleares construye por sí mismo ningún edificio destinado a viviendas para la gente humilde. En toda Baleares no habría posibilidad alguna de hacer lo que se ha hecho en Valencia por el simple hecho de que la Administración, del ámbito que sea, apenas tiene un puñado de pisos, que destina a colectivos vulnerables, pero que en nada satisface las necesidades de tales colectivos ni del conjunto de la sociedad.

Por circunstancias familiares, viajo con habitualidad a Valencia. Como te descuides, te encuentras un edificio de 15 pisos donde hace medio año no había más que un solar. Allí se construye, no como aquí, que como no tenemos problemas de vivienda, pues dejamos pasar los meses y los años sin que nadie se decida a edificar lo necesario para hacer frente al problemón. Aquí nuestros gobernantes se miran unos a otros, se lanzan puyas en sus discursos, se culpan recíprocamente de la calamidad que padecemos a consecuencia de su inacción y de su calamitosa desidia, pero nadie hace nada.

El ayuntamiento balear al que se le ocurriese en mala hora la desdichada idea de construir un bloque de viviendas, sería tachado inmediatamente por la izquierda de depredador del territorio, de alimentar la burbuja inmobiliaria, de favorecer a los especuladores y no se sabe qué memeces más de estilo parecido. Y mientras tanto, las empresas e instituciones públicas carecen de personal cualificado porque nadie quiere venir a vivir a Ibiza, donde no hay viviendas ni para comprar ni para alquilar.

Acumulamos distintas familias viviendo en un mismo piso, cosa que en las Pitiusas ya se considera algo normal –hasta el punto que el que no se ve en la obligación de hacerlo, es visto como un bicho raro o un potentado que tuvo la suerte de heredar un apartamento y no tiene hipoteca ni renta que pagar cada mes–. El que no alquila una habitación, alquila dos. Así estamos los referentes mundiales en todo. Porque, además, debemos soportar que, en cada discurso infumable de nuestras autoridades, nos restrieguen por la cara que somos el referente de qué se yo qué ocurrencia, cada día una distinta. Y así estamos, pobres pero orgullosos y con trabajo, aunque no lleguemos a fin de mes. Sin casa propia ni alquilada donde sólo viva tu familia, ni esperanza de tenerla. Pero referentes mundiales de la nada.

Bueno, sí, de algo sí somos referentes mundiales: de tener sobre la mesa los mismos problemas desde hace décadas, incapaces de solucionarlos porque nos hacemos trampas al solitario, cambiando las carpetas de una esquina a otra de la mesa, a ver si así se tramitan solas. Y a la vez vendemos humo, un humo como el de aquel coloso en llamas de Campanar. ¡Qué suerte han tenido sus habitantes de vivir en Valencia! Si en lugar de allí hubieran residido en Baleares, además, hubieran recibido muchas palmadas en la espalda y minutos de silencio, pero aún estarían malviviendo en un hotel o en una pensión. Y dé usted gracias.