Salt Bae en Ibiza.

Presume el carnicero/cocinero Salt Bae en Instagram de su proyecto urbanístico en Ibiza. Lo hace hablando de «la nueva Ibiza», en contraposición a la «antigua». Salt Bae, conocido por forrar chuletones de oro mientras les echa sal con cara de faltarle un par de hervores, promueve en la ciudad un macroproyecto que contempla cuatro restaurantes y nada menos que 51 apartamentos de lujo, además de un aparcamiento subterráneo para 80 coches. Todo ello en la auténtica milla de oro de Vila. Ha desembolsado ya 100 millones de euros y no hace falta ser muy avispado para entender el nivel de ganancia que pretende obtener el turco a cambio.

Lo que Salt Bae llama «nueva Ibiza» es algo ya bastante desfasado. Caracterizada por lo hortera, esa nueva Ibiza tiene el sello de la izquierda isleña. Una izquierda que hace años se oponía rotundamente a los campos de golf y a los puertos deportivos y que, sin embargo, desde las instituciones ha dado vía libre a todos estos iluminados que, efectivamente, están logrando que Ibiza quede reducida a una nada multimillonaria que beneficia a muy pocos.

Proyectos como el de este peculiar individuo o el pelotazo de Talamanca o las villas de megalujo de Cas Mut, tramitados a una velocidad muy diferente a la de, por ejemplo, las viviendas protegidas de ca n’Escandell o de Isidor Macabich, se dan la mano con los asentamientos de caravanas y tiendas de campaña, con los desahucios y con los miles de jóvenes que no pueden dejar de ser casapapis porque, en la nueva Ibiza, solo puedes aspirar a la independencia si eres heredero y no tienes hermanos con los que pelearte por el ladrillo.

Esta es la herencia del PSOE, de sus socios y de sus satélites, de los que tanto hablan de identidad y solo han trabajado para borrarnos del mapa.