Primero está el que llega a la isla sin barullos ni jaleos, no importa si lo hace a bordo de yate privado o en aerolínea LowCost; el mismo al que un amigo viene a recoger al aeropuerto, y juntos van a comer a la Escollera, Es Xarcu u otro buen restaurante similar; luego le acompaña hasta su casa alquilada o al hotel donde se hospede; quizás alquile un coche –con o sin chófer- para moverse por la isla, y dependiendo de su nivel de vida normal, puede que hasta se permita lujos y caprichos al alcance de unos pocos.

Éste actúa en respuesta a sus necesidades naturales, solicita los servicios que le son habituales en su vida, y por los que normalmente paga. No es tan importante si es rico o no, sino si sabe serlo.

Entiendo que el VIP es aquel, que por su condición social y personal, valora el ser tratado de forma diferente, pero no lo exige. Que sabe apreciar y cuantificar los llamados lujos de la vida, y dentro de su lógica, utilizarlos con conciencia. Que suele tener algún amigo ibicenco, amistad abonada durante años de visitas y encuentros, y se desvive en atenciones hacia él; y también es el mejor compañero de fiesta.

Además, suele ser líder de opinión al que los visitantes escuchan, muy influyente a la hora de recomendar restaurantes, clubs, fiestas o guateques.

También se distingue por su forma de sobrellevar la fama, en el caso de que ésta le persiga: sin estridencias; intentando pasar desapercibido pero, si le pillan, generoso y natural en sus reacciones.

El VIP en mayúsculas no necesita ser el centro de atención, pues casi siempre ya lo es aunque no quiera. Es el tipo de turista que nos gustaría tener.Pero de un tiempo a ésta parte, está desembarcando en Ibiza otro tipo de vips en minúsculas, y eso por ponerle un nombre que todos entendeos.

Éste vip puede venir en Jet privado o en llaüt, en bicicleta o en megayate.

Puede tener concierge desde que aterriza y un denso programa de eventos para él y diez más; o simplemente perderse en una casita por el norte y buscar la paz interior… siempre –of course- atendiendo a la prensa.

Sea por gastar y ostentar hasta niveles indecentes o por sobrealimentar su hedonismo, destaca allá donde va. No se trata de un grupo social, sino de una actitud y forma de comportamiento que encontramos en todos los niveles y castas.

Está el vip artista, que conoce el mundillo rosa y se mueve en él como pez en el agua; la isla entera es su plató personal.

Está el vip megaforrado, el que ‘riega’ con botellas Magnum de Cristal Rosé a sus invitados en el restaurante de turno, o el que tiene las mejores mesas en los clubs y beach-clubs. De hecho, los hay que encargan a sus concierges que reserven mesas para la misma noche en varios clubs de la isla; luego ya decidirán dónde ir, no importa si cada reserva ha costado algunos miles de euros…

También encontramos al vip quieroynopuedo, precisamente éste tipo es el que mejor se camufla como VIP, al adoptar poses y formas de actuar muy pulcras y estudiadas.

Los encontramos a la hora de entrar en una disco, comiéndole la cabeza al jefe de puerta o al responsable de sala para que le consiga la mesa contigua a la del megaforrado. A la hora de pagar, casualmente nunca está el vip cerca…

Suelen moverse en las fiestas más exclusivas, aunque por Facebook, Instagram o Twitter van aireando los detalles a conocidos, seguidores y amiguetes. O directamente se traen a un fotógrafo que inmortaliza el momento y luego lo utilizan con autobombo. De hecho, éste personaje tan variopinto y sin clase social definida, nos representa a todos: es el espejo dorado en el que nos gusta vernos reflejados. Algunas veces.

No es que seamos vips; sino que a todos, en algún momento, nos gusta que nos traten como tal. De un tiempo a ésta parte, Ibiza y en menor proporción también Formentera, se están llenando de éstos vips de pacotilla.

Ya no importa lo que hacen, a qué se dedican o qué talentos tienen: importa cómo se mueven en el mundillo social de la isla, a quién dicen que conocen, o a cuántas fiestas privadas han asistido.

Pueden conseguirlo por insistencia, o directamente sacando la cartera… Pero sea como sea, de una forma u otra siempre acaban estando ‘en el candelabro’.

Van de lo que no son, suelen ser enormemente vanidosos y materialistas, y destacan por sus faltas de respeto casi siempre innecesarias. Lo quieren todo, y lo quieren ahora; rompiendo de ésta forma el equilibrio vital que tenemos para combinar tiempo y trabajo de forma armoniosa.

No entienden –ni lo quieren hacer- lo que es Ibiza en si, sino que se quedan con los clichés publicitarios y las crónicas sociales de bloggeros de temporada.

Son, en definitiva, éstos vips con minúsculas los que realmente están cambiando el modelo turístico de Ibiza. Su actitud y proliferación son lo que no necesita la isla, al hacer de las Pitiusas el destino turístico ‘pijo’ que antes solía frecuentar Marbella, St. Tropez o Porto Cervo.

Pero no nos equivoquemos, el vip necesita del VIP para subsistir; sin unas raíces fuertes y consistentes, el vip acaba quemando el campo por donde pasa, aprovechándose de las recomendaciones del VIP para moverse en su mundillo, gorroneando copas en el club de turno, consiguiendo vicios y servicios para los clientes pudientes… En el fondo parecen parásitos.

¿Realmente hace falta que vengan éstos vips?

Creo que no, por lo menos no tantos como vienen ahora.

Aunque seguramente es un problema sin solución; pues no podemos erradicar una forma de comportamiento que, en realidad, nos representa a todos y somos todos en algún momento.

¿De quién es ése megabarco con helicóptero?

¿Has visto que la guapa de la mesa de al lado, es la actriz de Juego de Tronos?

¿Conoces a alguien en Amnesia, Ushuaïa, Pachá o Space, para que nos consiga la mesa VIP más cara y vistosa?

¿¿¿Cuánto dices que se han gastado en ésas 6 botellas Magnum de Rosé???