Tres años y tres meses privado de libertad. Casi 1.200 días de presidio en presidio sin mediar una sentencia. Encerrado a la espera de un juicio que se demoró tres años. Un juicio que acaba con un veredicto de no culpabilidad por «falta de indicios concluyentes». Es, en resumen, el calvario que ha vivido en sus carnes Francesc Ribas Ribas. El caso de Xicu, como le conocen sus amigos de Sant Josep, ya figura en esa lista de personas que han penado entre rejas y fuera de ellas por un crimen por el que al final del proceso no son culpados. Sin salir de Eivissa, encontramos el caso del apicultor, Martín Candioti, quien pasó 370 días en la cárcel, de manera preventiva, tras ser acusado de provocar, involuntariamente , el incendio que calcinó 1.500 hectareas de monte protegido en Morna. O el más mediático caso de Dolores Vázquez, quien estuvo más de 500 días entre rejas por el asesinato de Rocío Wanninkhof. A la detención y prisión provisional se suma el juicio paralelo. Llegado este punto entono el mea culpa. Anteponer la palabra presunto delimita la fina línea roja entre una posible autoría y la sentencia, la picota pública. El sistema, garantista para unas cosas, tiene algunas grietas por donde se cuelan casos que chirrían y que tienen poca reparación para el que los padece. 78 horas después de recobrar la libertad, Ribas mantiene que no guarda ningún rencor a nadie. Años después de su puesta en libertad, Dolores Vázquez vive refugiada en un pueblecito a las afueras de Londres, lejos de Málaga. Xicu cuenta con el apoyo de sus hermanos y quiere recuperar su vida en su Sant Josep. Disfrutar de las aguas de Cala Tarida. Sabe que siempre habrá alguién que le señale con el dedo pero espera que el estigma no sea perpetuo. El sistema deberá reparar ese roto y también aclarar la muerte de Karina.