La política es un quehacer ordenado al bien común. Gobernar los asuntos que afectan a la sociedad, un pueblo, ciudad, comunidad o país, puede ser, realmente, harto complicado. Por ello, la implicación de las personas que se quieren dedicar o dedican a la política es fundamental, pero no suficiente. Se requiere un plus.

Por un lado, estaría la honestidad y la decencia. Por otro, la preparación para desempeñar la tarea encomendada por la ciudadanía. A todo esto habría que añadir una cierta mesura en las formas. El hartazgo de la ciudadanía por la denominada ‘vieja política’ ha traído un cambio, pero la cuestión es si podemos hacerlo peor.

Donde dije digo, digo Viviana. Tan sólo llevo dos meses y medio en la isla, pero en estos poco más de 80 días la vicepresidenta del Consell y secretaria general de Podemos Eivissa ha protagonizado una serie de episodios un poco esperpénticos. Ella lo achaca a la ‘asertividad’. Algunos me dirán que en tan poco tiempo en la isla no puedo juzgar su trabajo o que sus acciones se enmarcaban en los 100 días de gracia, pero la confusión creada con la ampliación del aeropuerto no es de recibo.

En cuestión de 48 horas, donde dije digo, digo Diego al cuadrado. Lo dicho, son tiempos de política con mayúsculas. La política es buscar soluciones a los problemas o, por lo menos, no crearlos. Estos días, en Cataluña se apura una campaña donde se ha hablado mucho del baile de Iceta, o en indio verbigracia Coleta Morada, Pequeño Pujol o Gran Jefe Plasma. El 27S no es cuestión baladí y ni unos, ni otros han dado la talla. Por la falta de talla política de unos y otros, unas elecciones autonómicas han sido convertidas en un plebiscito. Y un último esperpento: un debate entre el líder de Esquerra y el ministro de Exteriores.