Los desalojos de las viviendas de la UA27 que hace un mes se llevaron a cabo en sa Penya mediante una importante operación policial no habrán servido de nada si no se alcanza el objetivo final del plan que es recuperar el barrio y volver a integrarlo en la ciudad. De nada servirán policías haciendo guardia 24 horas ni muros que protejan las casas de los intentos de ocupación ni inversiones para rehabilitar edificios si los ciudadanos de Eivissa no vuelven a pisar las calles de sa Penya con la misma normalidad que lo hacían hace medio siglo en la década de los años 60 cuando era un barrio de pescadores. Para ello hay que dejar atrás los temores del pasado y proponerse, entre todos, el ejercicio de perderse por el maravilloso laberinto de callejuelas de la zona. Dejar claro a las personas que, hasta ahora intimidaban con la mirada y con algún que otro acto violento, que sa Penya es de todos y que, a partir de ahora, van a tener que convivir con el resto de sus vecinos. Únicamente de esta manera podrá caer el muro invisible que paraba los pies a los ibicencos que, durante décadas, no han pasado de la calle de la Mare de Déu. Sería también una manera de apoyar a los vecinos valientes, buena parte de ellos extranjeros, que han vivido aquí durante años en el barrio soportando los ruidos, la suciedad y la venta de drogas delante de sus casas con la impotencia de no poder hacer nada para llevar una vida con normalidad. Dado que la rehabilitación total del barrio será cuestión de años, una buena iniciativa para empezar sería la que se plantea el Ayuntamiento de Eivissa de organizar visitas guiadas durante varias semanas para que ciudadanos y turistas vuelvan a descubrir una de las joyas de la ciudad que ha permanecido escondida en la marginalidad más oscura durante décadas.