La apuesta política de Podemos para Eivissa consiste en diversificar nuestro modelo económico para reducir su dependencia casi absoluta del monocultivo turístico y desarrollar otros sectores que supongan un impacto social mucho más positivo. Somos plenamente conscientes de que el turismo seguirá siendo nuestro principal motor económico, pero depender de un solo sector entraña riesgos sistémicos elevados y numerosos efectos colaterales negativos, especialmente sobre el territorio y la calidad del empleo. La diversificación consiste en potenciar sectores económicos que generen puestos de trabajo estables y de calidad y con mucho más valor añadido, como las energías renovables, la movilidad sostenible, el I+D+I, los productos locales y ecológicos, o el pequeño comercio.

Respecto al sector turístico, creemos que es necesario regularlo para hacerlo compatible con la calidad de vida de las personas residentes en Ibiza y con la sostenibilidad del medio ambiente, por lo que hay que poner en marcha políticas valientes que reduzcan los picos de ocupación durante los meses de julio y de agosto. Un sello de “turismo ético”, por ejemplo, podría ser la manera de distinguir y apoyar desde las instituciones aquellos establecimientos que paguen sueldos dignos, que implementen planes de igualdad, que instalen y consuman energía renovable, que ahorren y reciclen agua y que ofrezcan productos locales. La promoción turística pagada con dinero público se limitaría a los establecimientos que logren tener el sello de “turismo ético”.

Esbozada nuestra visión del sector turístico, debemos hablar de la tan manida desestacionalización. Está claro que desestacionalizar el turismo en teoría es una cosa muy buena, porque alarga los contratos laborales mejorando el derecho a prestaciones de los trabajadores y favorece no solo a los grandes empresarios, sino también a los autónomos y al pequeño comercio. Pero esta desestacionalización no puede utilizarse como un eufemismo para encubrir un crecimiento neto del número de turistas anuales.

La desestacionalización es buena sólo si paralelamente se reduce la presión insostenible de la masificación durante la temporada alta, que el agosto pasado que superó las 400.000 personas presentes en el isla de Eivissa durante el mismo día. Si se logra regular y reducir este “pico” veraniego se podrá compensarlo con una mayor ocupación durante la temporada baja o media.

Consideramos insostenible, en cambio, que haya incrementos en temporada baja y se mantenga o incluso siga creciendo el nivel en julio y en agosto. Los recursos limitados y casi agotados de nuestra isla no se lo pueden permitir. Significaría un camino irreversible hacia el colapso y el «morir de éxito».

Esta situación representa una amenaza clara a la calidad de vida de los residentes, que se encuentran con los servicios colapsados, los hospitales que no dan alcance, las carreteras atascadas, las depuradoras insuficientes, las playas masificadas y la mar llena de barcos. Esta situación impide también una planificación de las infraestructuras necesarias en la isla, que siempre quedan insuficientes. Una saturación perjudicial para la salud y los bolsillos del los trabajadores y las trabajadoras, que tienen que hacer jornadas eternas durante pocos meses con un esfuerzo físico brutal y agotador. Es importante recordar que en los últimos 20 años el número de visitantes no ha parado de subir mientras que el poder adquisitivo de los residentes no ha parado de bajar a causa del estancamiento de los salarios y la subida del coste de la vida.

Desde Podemos Eivissa pensamos que la mejor herramienta para controlar el flujo de turistas y poder regularlo es fijar un techo máximo global de plazas turísticas legales, sean del tipo que sean. Esto solo será posible si somos capaces de evitar el alquiler ilegal de pisos residenciales a turistas. Las plazas turísticas hoteleras en Eivissa llevan varios años sin crecer y se han asentado alrededor de las 78.000. También tenemos unas 7.000 plazas turísticas legales en viviendas unifamiliares, por lo que el techo podría ser de 85.000 plazas legales en total. De este cómputo quedan excluidas las plazas en hoteles de ciudad o agro-turismos, que se rigen por otras normativas. Queda claro que sumando las casi 100.000 plazas turísticas legales, los 150.000 residentes y una población flotante de unas 25.000 personas que se hospedan en casa de amigos o en habitaciones alquiladas, resulta que para llegar a las 400.000 personas de agosto siguen faltando más de 100.000 que nadie sabe dónde se hospedan, al menos oficialmente. Más de 100.000 personas “desparecidas” en una isla diminuta como Eivissa, un fenómeno paranormal de dimensiones clamorosas en el que apenas nadie parece reparar.

El gran agujero que permite la llegada incontrolada de visitantes está en la posibilidad de alquilar por Internet pisos residenciales que se ofrecen ilegalmente como turísticos. A parte de la masificación, ésta es la causa principal de los precios inasequibles de los alquileres para los residentes, ya que estamos hablando de 15.000 a 25.000 viviendas que, si volvieran al mercado residencial, resolverían de un plumazo la escasez de vivienda produciendo una bajada importante en los precios de los alquileres.

Ya que no se pueden limitar el número de vuelos low cost que llegan a Eivissa, la única vía de implementar un techo real de plazas es prevenir y evitar esta oferta ilegal. Solo así podremos lograr que los turistas que no encuentren plazas para pernoctar en Eivissa cuando la ocupación de plazas esté al 100% y se haya alcanzado el techo máximo fijado, decidan venir en otras fechas o irse a otro destino. Y de paso garantizaremos el derecho a la vivienda de los residentes y la sostenibilidad de nuestro territorio y de nuestra economía.