Conducir por las carreteras secundarias de Ibiza es, en muchas ocasiones, un deporte de riesgo. Los sufridos neumáticos de nuestros vehículos tienen que soportar el impacto de los incontables baches que nos encontramos por el camino. Muchos son del tamaño del impacto de un meteorito, solo comparables a los que encontramos en algunos países denominados ‘tercermundistas’ cuya economía no permite hacer muchos dispendios en mejorar el asfalto.

En una isla donde el transporte público deja mucho que desear y nos vemos obligados a usar nuestros coches particulares, el colmo de esta situación es el intolerable estado en el que se encuentran muchas de las carreteras, trufadas de baches cual campos de minas. No es que aspiremos a tener carreteras como las de los alemanes, no. Simplemente nos conformamos con poder tener un asfalto más o menos llano para evitar el riesgo de dejarnos una rueda en el camino. Ni más ni menos que como las que disfrutan en otros lugares de España, donde además tienen buenas carreteras, transporte público de calidad y trenes de alta velocidad a cambio de pagar los mismos impuestos.

A la hora de buscar responsables sobre la evidente falta de mantenimiento de las carreteras, Consell y Ayuntamientos se ponen de perfil. El Consell argumenta que las carreteras de su competencia, es decir, las principales, son sometidas a reparaciones anuales, mientras los Consistorios, que deben mantener las innumerables calles, carreteras y caminos de sus municipios parecen no dar abasto para acabar con tanto agujero en el asfalto. Sea responsabilidad de quien sea, las instituciones deben dar solución a esta situación que no es propia de una isla donde se recaudan miles de millones de euros en impuestos.