Con un par! Echando mano una vez más al laconismo militar de su inconfundible estilo, Rajoy se propone poner fin al desaguisado zapateril según el cual se podía acceder a los estudios de bachillerato con tres asignaturas suspendidas. A partir de ahora se acabó la broma: sólo se podrá acceder a dichos estudios con dos suspensos y, eso sí, un promedio de puntuación inferior a cinco, lo que constituye un avance notable que restablecerá la confianza en la calidad de nuestro sistema educativo, tan injustamente infravalorado en el extranjero por todo tipo de instituciones sospechosas como la OCDE y PISA. Para completar la valiente rectificación, se suprimirán definitivamente las reválidas ingenuamente concebidas en tiempos de mayoría absoluta. ¡Como debe ser! Puesto que ya disfrutamos de profesores que aseguran que el Ebro pasa por Madrid, hay que esperar que pronto los tendremos que cuestionarán la ley de la gravedad, el sistema métrico decimal y las tablas de multiplicar en aras de la «democratización de la enseñanza». Ya proliferan las faltas de ortografía en las facultades universitarias y aparecen, cada vez menos esporádicamente, incluso en la Escuela diplomática.

A esta degradación del sistema educativo, inaugurada con la infausta Logse del PSOE, subyace un afán igualitarista que, como de costumbre, consiste en nivelar por abajo y castrar toda manifestación de mérito y capacidad por arriba. Lo explico don Nicolás Gómez Dávila: «El demócrata, en busca de igualdad, pasa el rasero sobre la Humanidad para recortar lo que rebasa: la cabeza. Decapitar es el rito central de la misa democrática.» Tampoco iba descaminado Adrien Decourcelle cuando escribió que la igualdad «consiste en considerarse igual a quienes están por encima de nosotros y superior a los que están por debajo.»

Hace tiempo que yo creo tener la solución a tanto despropósito y consistiría en introducir en nuestra Constitución un artículo que rece así: «Todo español, por el hecho de serlo, tendrá derecho a un título universitario de su elección, con excepción del de Doctor en Medicina». Esta sabia norma acallaría los anhelos de igualdad de la población, ahorraría decenas de millones euros al presupuesto del Estado y establecería una meritoria paz social encaminada a que todo español pueda sentirse en el futuro orgulloso de ser sinsonio, semianalfabeto y cuchiculto. No sé a qué esperamos.