El pasado lunes se hizo público un estudio que deslizó el dato de que el 40% del agua depurada que se vierte al mar en Ibiza y Formentera está contaminada. Así, el estudio del grupo ecologista GEN-GOB junto con la Alianza por el Agua, alerta del grave problema que tenemos y que exige ir un paso más allá en nuestra política del agua. Según los datos analizados desde 2013 hasta 2016 respecto a las 11 depuradoras gestionadas por Abaqua (dependiente del Govern balear), las infraestructuras de Eivissa y Can Bossa serían las que mayores deficiencias presentan. En este sentido, 22 de los 55 millones de metros cúbicos vertidos en este periodo pertenecerían a la depuradora de Vila. Según los expertos, el problema no se solucionará hasta que esté en funcionamiento la nueva depuradora de sa Coma. Lo que se desprende de estos datos es que, por un lado y por diversos factores, las depuradoras están sobreexplotadas. Por otro, que con todos los problemas que hemos tenido en los últimos años y con las elecciones municipales y autonómicas a la vuelta de la esquina, los partidos políticos deben incluir en sus programas una de las medidas que más necesitamos: la implementación de un sistema de depuración terciario con el objetivo de reutilizar el agua que gastamos. Y es que, según detalla el mismo estudio, aunque el 60% de las aguas residuales están sometidas a un tratamiento terciario (que elimina la presencia de virus y gérmenes), solo el 7% se reutiliza. El resto, se vierte al mar, lo que no tiene ningún sentido. Desalamos estas aguas a un coste energético muy elevado y luego la tiramos al mar, en lugar de reutilizarla para uso agrícola, turístico, zonas verdes o limpieza de calles, como medida de sostenibilidad medioambiental. Sin ninguna duda, tanto el medioambiente como la ciudadanía ibicenca lo agradecerán, pero nuestra economía (totalmente ligada a la imagen turística) también.