Una nación de corderos engendra un gobierno de lobos» decía E. Burke, cansado ante la inacción de sus compatriotas. Aquí seguimos como quijotes peleando una comisión bancaria, mientras permitimos que una enquistada clase política malverse nuestros impuestos, ante la mirada de todos y sin apenas rechistar, premiando su burla cada vez que renovamos con votos su permanencia en el poder.

El último caso de política perversa que denunciaba Burke lo protagonizó Jaime Ferrer, presidente de Formentera, quien acabará su carrera política como muchos «progres», ante un juez. Apologetas del consenso, gustan de gobernar por decreto tras tomar el poder, despreciando los derechos de todos y leyes preexistentes - somos el pueblo, dicen – aunque consideren «decretar» un acto intolerante si el legislador no es de izquierdas.

Los delitos que le imputan en el caso Punta Prima ni son pocos ni baladíes: prevaricación, desobediencia, falsificación, ocultación de documentos y coacciones. Este último, la coacción, es seña inequívoca de ese totalitarismo que ejercen quienes luego te llaman fascista.

El delito por coacciones del ejecutivo de Formentera es reincidente. No solo hemos conocido el vídeo infumable de otra Ferrer, Alejandra, pidiendo «votar a favor y callarse» en el debate de un pleno. La jefe de prensa, Elena Trinidad, coacciono por teléfono (tras ver publicidad de Vox) a Periódico de Ibiza y Formentera al ordenar cancelar la publicidad institucional, laminando la libertad de prensa y la Ley.

Esa publicidad se contrata con el dinero de todos, aunque la izquierda opine que «el dinero público no es de nadie», (lease, de ellos) y la prensa solo es prensa si está al servicio de su propaganda: «La objetividad no debería existir en el periodismo. El deber supremo del periodista de izquierda no es servir a la verdad, sino a la revolución». Allende, el Mercurio, 9 de abril de 1971.

Cabalgando la dichosa palabreja -revolución- nos utilizan en sus revolucionarios experimentos sociales, vendiendo ese eufemismo libertario que blanquea violencias y golpes de estado, mientras secuestran tu vida asaltando la Ley. Son los nuevos piratas, depredadores de la iniciativa privada desde el arbitrario dislate público, vistiendo uniforme de progre con el que condicionarán tu libertad de pensar «políticamente correcta». Son totalitarios que acaban arruinando lo que tocan, hoy en el siglo XXI como ayer en el siglo XX, «el socialismo fracasa cuando se acaba el dinero de los demás». Tras las prohibiciones al fondeo y sin un plan alternativo de muertos ecológicos, la lluvia de millones que la flota dejaba cada año en Formentera e ibiza se extinguirá. Pero comeremos posidonia.

El último filibustero de la mentira pitiusa con quien no es «progre», ejerce de concejal en San Juan y publica en este medio de prensa libre que ellos coaccionan, empleando las mismas cansinas consignas casposas del socialismo andaluz contra Vox que difunden como mantras, una falacia Leninista que popularizó el socialista Goebbels: «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». Si, otro alumno de la revolución: «El movimiento nacionalsocialista tiene un solo maestro: el marxismo».

Al demagogo juntaletras de San Juan le anuncio un corto recorrido vendiendo falacias (todos conocen a los miembros de Vox Pitiusas) si insiste con sus ridículos libelos que reproduzco: «Son claramente homófobos, claramente machistas, claramente racistas y claramente xenófobos». Y aunque Pío Baroja decía que «a una colectividad se le engaña siempre mejor que a un hombre», don Pío murió en 1956 sin conocer las redes sociales ni internet para demoler #fakenews y desenmascarar a estos nuevos piratas.

El multicultural comité de Vox Pitiusas lo forman hombres y padres, mujeres, esposas y madres, muchas solteras y todos libres, con diferentes credos religiosos, gustos sexuales, razas y nacionalidades, hartos de socialismo y hambrientos de libertad. Nosotros, adictos a la libertad, jamás os haremos callar: las mentiras nos distinguen y a vosotros os señalan.
«Todas las medallas que nos conceden los progres, los comunistas y los que venimos a combatir nos las ponemos en el pecho, no tenemos que justificarnos». Santiago Abascal.