A poco más de 24 horas de que se conozcan los resultados electorales, me permito hacer una reflexión. Ha sido una semana intensa, políticamente hablando, y mañana tenemos que materializar lo que queremos conseguir en las urnas. Me incluyo porque es necesario hacer hincapié en la importancia que tiene votar. El otro día una amiga me contaba que otra no sabía en quién depositar su confianza y que, como no lo sabía, igual no votaba.

«Léete los programas, habrá cosas que te gusten más o menos, y vota al partido que más se ajuste a tu vida, a los tuyos y al futuro que quieres ver», le dijo. A los tuyos y al futuro que quieres ver. Creo que eso es importante: ver más allá de los intereses de uno mismo y pensar en el bien general, que luego también repercute en el propio. Hace dos días me enviaron un vídeo que habla sobre el amor y el miedo a tener una relación estable. Se preguntarán qué tiene que ver esto con las elecciones, pues bien: creo que el ‘miedo’ es parecido. Nos cuesta embarcarnos en una relación de pareja por si nos fallan, lo mismo que nos da miedo regalar nuestro voto por si no cumplen con nuestras expectativas.

De todos modos, estoy hablando de un miedo irreal; es decir, sentimos angustia por algo que todavía no ha pasado y que ni siquiera sabemos si va a pasar, tanto en un caso como en el otro. No me equivoco si digo que la mayoría queremos tener al frente a políticos que sean valientes, que no vean en su cargo solo un sueldo a fin de mes, que miren con perspectiva, que apuesten por lo justo, pero que, ante todo, sean personas y tengan empatía. Voten, no tengan miedo. Y si tienen miedo, háganlo con miedo. Pero háganlo.