Siempre se ha dicho esa famosa frase de que «la política que tenemos es un reflejo de la sociedad». Es una forma rápida y simple de explicar que, si tenemos mejores o peores gestores y políticos es porque los ciudadanos los hemos puesto ahí con nuestros votos, y suponemos que si votamos a alguien es porque su forma de pensar y de ver las cosas se asemeja a la nuestra.

Esto no deja de ser una verdad a medias. Como en toda simplificación, perdemos información por el camino. Una de las claves para entender como funciona nuestro engranaje político y social es saber que la política siempre se adapta más lentamente a los cambios de la vida real. Y otro punto importante es que la gente no siempre vota lo que mejor le representa, muchas veces las personas se dejan llevar por el llamado «voto de castigo», por el «voto del miedo», o por el «voto útil».

La sociedad ibicenca ha ido cambiando a la par que la del resto de España. Se han terminado las mayorías absolutas y se ha terminado la vieja política de rojos y azules. Hay muchos políticos, de esos que llevan 20 ó 30 años en el cargo, que todavía no entienden eso y ante la amenaza de perder un sueldo que no les cuesta demasiado sudor ganar, hacen un llamamiento al «voto útil», o al «voto del miedo», diciendo que, si no se vota lo de siempre, se acabará el mundo.

Si empezamos a hablar de certezas, aquí lo real y palpable es que hemos tenido en el Consell un gobierno de coalición entre PSOE y populistas, que lo único que han hecho es seguir ahondando en la dinámica negativa de la máxima institución insular. Durante la legislatura, han trabajado más en la elaboración de excusas para justificar el incumplimiento de su programa de gobierno, que en ejecutar los proyectos que todavía tienen pendientes. Han demostrado ser unos especialistas absolutos en echar balones fuera y culpar a otros. Se excusaban, por ejemplo, en la ‘Ley Montoro’, aunque esa ley no les ha impedido a última hora aumentar la plantilla en 76 nuevas plazas y aumentar los sueldos de forma indiscriminada. ¿Si tanta falta de personal había, por qué no hacían esto antes? También tenemos que recordar que en Madrid ya no está Montoro, pero Sánchez tampoco ha hecho nada para cambiar la ley de la que tanto se quejaban los ‘progresistas’ (aunque bien es cierto que se hubieran quedado sin una de sus principales excusas). Si para algunas personas es más importante acudir a una boda que a un pleno del Consell, ya nos podíamos imaginar el resto.

Por el otro lado, viene un Partido Popular moribundo y sin rumbo. Un partido que para poder hacer campaña e intentar parar su sangría de votos debe desprenderse de sus siglas, e incluso de su color. Un PP que no sabe si se tiñe de verde, de azul oscuro, o si se vuelve traslúcido. Hacen también un llamamiento al «voto útil», un recurso que demuestra que no tienen programa político, ni propuestas, un recurso que demuestra que nos encontramos ante un PP a la deriva y desesperado. Necesitan recurrir al miedo para poder venderse.
Lo cierto es que el Partido Popular nos ha demostrado no tener capacidad, ni voluntad, de ejecutar las políticas que necesitamos. Los problemas que sufrimos hoy en día en Ibiza los arrastramos desde hace múltiples legislaturas, legislaturas en las que gobernaba también el PP.

Necesitamos desprendernos de la forma de hacer política de patio de colegio, necesitamos una política de altura que ponga el Consell en el lugar donde le corresponde. Necesitamos un proyecto como Ciudadanos. Un proyecto de centro, que pueda construir puentes entre los diferentes bloques para poder consensuar por fin las cuestiones más básicas y esenciales. Un proyecto liberal, moderno, que crea en el trabajo y en la meritocracia. Necesitamos dar un soplo de aire fresco a la política ibicenca, y para eso necesitamos llenar las urnas el próximo 26 de mayo con votos naranjas.