En medio de esta bochornosa calma chicha las Pitiusas sufren una llegada masiva de pateras. Si antes venían razzias de piratas berberiscos al saqueo (por eso no estilaban las casas en la costa y en las iglesias se rezaba entre Vírgenes y cañones), ahora acuden familias desesperadas que desafían al Mare Nostrum y las fronteras burrocráticas, dibujadas con regla y cartabón por abogados londinenses tras una de esas malditas guerras europeas.

Incluso el bruto ministro Salvini hace chanzas sobre el cementerio marino y anima a los refugiados a divertirse en Ibiza y Formentera. Desde el Cap de Barbaria algunos con vista de lince pueden divisar la ardiente costa africana ¡Estamos tan cerca geográficamente y tan lejos en modo de vida! Pero siempre hubo intercambio comercial y guerrero, de esclavas y especias, contrabando y piratería…

Pero ¿a quién le sorprende semejante éxodo? El norte de Africa está en llamas por esa idea puritana de querer exportar la democracia como si fuera un McDonald´s. La Primavera Árabe se transformó en una tremenda carambola para dinamitar las fronteras europeas con millones de desesperados. Hasta ese gran jugador de backgammon y bridge, seductor internacional que se arruinó con las carreras de caballos, actor egipcio que podía hacer de idealista médico ruso, el elegante Omar Sharif, protestó por idea tan absurda implantada a bombazo allá donde mandan las tribus de costumbres ancestrales.

Las consecuencias han sido tan previsibles como desastrosas y el nuevo orden mundial está en marcha, con el ‘brexit’ y nuevos muros de apartheid como bandera, con mafias y gobiernos que pretenden pasar del open arms al open legs.