Cuando vemos la acción de estadistas de otros sitios es también para echarse a temblar. Johnson, tiene sobre su mesa un informe muy duro sobre las consecuencias para Gran Bretaña de un Brexit sin acuerdo (desabastecimiento de medicinas y alimentos, importante caída de la libra lo que afectará a Ibiza y comienzo de la escalada del desempleo), y sigue con su cabezonería que no tiene nada que ver con la inteligencia que demostró Churchill en sus momentos más dubitativos de la II Guerra Mundial. Además de Johnson, tenemos a Trump que no ve saltos en la Historia y cree que comprar Groenlandia es tan fácil como quitarle Texas a los mexicanos, adquirir Florida a los españoles, Alaska a los rusos o Luisiana a los gabachos. Luego, tuvimos al fenómeno de Obama que nos dejó un Mare Nostrum ingobernable. Sin Obama, fetiche de la progresía, no habría ni Open Arms ni estaría parte de la cuenca del Mediterráneo hecha unos zorros y a punto de explotar. Su famosa Primavera Árabe ha traído más pobreza a Túnez, Libia y Egipto, un verdadero desastre a Siria y veremos cómo acaba Argelia. El caso de Marruecos es distinto porque su sátrapa tiene todo absolutamente controlado y suelta o no las pateras a conveniencia y según el dinero que le dé la Unión Europea. Barcos de oenegés que esperan como nodrizas a las barcas y pateras es algo que carga el diablo porque en realidad lo que parece bueno es en realidad una forma de hacerle el juego a las mafias, cubrirles parte del trayecto. Los problemas se resuelven no con efecto llamada, sino con capacidad e incluso con fuerza democrática en el origen, no trasladando el problema (y la desestabilidad) a Baleares y sus puertos que son, al parecer, ahora, el patio trasero de Tesinando Sánchez, de Salvini y hasta de la Merkel.