La enseñanza de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio es muy clara: cuando un hombre y una mujer han contraído verdadero matrimonio no pueden contraer nuevas nupcias mientras vivan los dos. El Señor habla de la gravedad del adulterio : “Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con la repudiada por su marido, comete adulterio”. Por ambas partes se comete adulterio. La parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro disipa dos errores: el de los que negaban la supervivencia del alma después de la muerte, y, por tanto, la retribución ultraterrena, y el de los que interpretaban la prosperidad material en esta vida como premio de la rectitud moral, y la adversidad, en cambio, como castigo. La parábola declara y manifiesta que inmediatamente después de la muerte el alma es juzgada por Dios de todos sus actos- juicio particular- recibiendo el premio o castigo merecidos. La Revelación divina es suficiente para que los hombres crean en el más allá. La parábola también enseña la dignidad de toda persona humana por el hecho de serlo, independientemente de su posición social, económica, cultural , religiosa, etc. Y el respeto a esa dignidad lleva consigo la ayuda al desvalido de bienes materiales y espirituales. El rico de la parábola se despreocupó por completo del pobre Lázaro. El Magisterio de la Iglesia enseña: las almas de todos los que mueren en gracia de Dios, inmediatamente después de su muerte, o de la purgación, los que necesitaren de ella, estarán en el Cielo. Gozosamente podemos decir: Creemos en la vida eterna.

Dice el Evangelio que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; murió también el rico y fue sepultado. Lázaro recibió consuelo, y en cambio, al rico se le dieron tormentos. El rico no fue condenado porque tenía riquezas, porque abundaba en bienes de la tierra, porque celebraba esplendidos banquetes. El rico fue condenado porque no ayudó al otro hombre. Cristo pide apertura hacia los hermanos y hermanas necesitados. Las riquezas y la libertad entrañan responsabilidades especiales. En la parábola el rico y el pobre, los dos, son seres humanos, creados los dos a imagen y semejanza de Dios, redimidos los dos a gran precio, al precio de la preciosa sangre de Cristo. Lo que vale una persona es lo vale la Sangre de Cristo.