En la actual crisis global nuestro mayor enemigo no es el coronavirus, sino los rincones de estupidez en el cerebro del ser humano. Si nos movemos con rapidez y no nos detenemos a mirar atrás, podemos seguir apiñando aún más vidas en el espacio temporal. Una gran parte de la sociedad española confunde el deseo con la realidad, y el resultado es que pecan de irresponsables. El inicio de la fase 1 ha sacado a la palestra algo que ya se venía repitiendo días atrás: caso omiso a la distancia de seguridad y al uso de mascarillas. Estos actos sirven como combustible de alto octanaje para mantener la propagación del virus SARS-CoV-2. Puede que estos comportamientos nos encaminen hacia un fatal desenlace, pero, en nuestras sociedades contemporáneas, la preocupación más inmediata es que les conduzca hacia los desechos al no reunirnos con amigos en un local. Las probabilidades adversas pueden ser abrumadoras. No podemos olvidar tan rápido a los 26.920 fallecidos en España. También debemos prestar atención a un posible rebrote en nuestro país. La sociedad requiere de pedagogía crítica, que haga que se sienta culpable y que remueva las conciencias humanas ante estos acontecimientos por la pandemia de la Covid-19 u otros que afecten a la especie humana -por ejemplo, el cambio climático-. El punto clave de los seres humanos en comparación con los chimpancés, lobos o elefantes es nuestra capacidad para cooperar en grandes números, señala el historiador israelí Yuval Noah Harari. Tal y como explica Harari, si intentamos agrupar a miles de chimpancés en un recinto, el resultado será el desorden por muchos plátanos que les demos. En cambio, se pueden juntar miles de humanos en un estadio para ver un partido de fútbol, y el resultado es el orden, la cooperación sofisticada. Seamos un ejemplo de civismo.