Nieto y abuelo pescando. | Pixabay

Desde la sociología o la antropología se analizan diferentes indicadores para medir los valores, la calidad de vida o el estado del bienestar de un sistema social. A mi personalmente y con una perspectiva socioeducativa uno de los valores más significativos para medir el valor de una sociedad sería analizar cómo esta se ocupa y actúa con sus menores y sus mayores.

Hace unos días escuchaba la desgarradora narración de un octogenario sobre el trato que estaban recibiendo muchas personas mayores en las residencias, sufriendo temperaturas superiores a 40 grados en sus habitaciones, padeciendo deshidratación, comidas sin ninguna calidad, etc. Después de enumerar estas y otras horribles situaciones realizaba un llamamiento a las personas adultas, recordandoles que todo lo que tenemos nosotros ha sido producto del esfuerzo y el sacrificio que hicieron ellos y ellas. Prácticamente nos mostraba cómo nuestra sociedad se olvida de las personas mayores y cómo son descuidados.

Por otro lado, las noticias sobre el inicio escolar vienen acompañadas de información sobre clases masificadas, alumnos que por su situación personal ven limitada o condicionada su escolarización por falta de personal especializado, aulas con tanta temperatura que es complicadísima ejercer la docencia, familias llevando ventiladores al colegio, y un largo etcétera. Al mismo tiempo los espacios públicos y los diseños urbanísticos cada vez limitan más el desarrollo y el esparcimiento de la infancia, plazas con carteles que prohíben jugar a la pelota, calles invadidas por actividades comerciales, etc. reduciendo el espacio a la infancia en pequeños parques diseminados por algunos barrios de la ciudad.

No me gusta ser crítico con el presente y ensalzar el pasado como algo mejor, de hecho pienso que la sociedad actual ha mejorado en relación a épocas pasadas. Aún así, creo que se ha perdido parte del cuidado, del respeto o de la escucha que se tenía a las personas mayores. Renunciar a aprender de la experiencia de los mayores es un lujo del que los adultos no deberíamos prescindir. Algunas culturas tienen sus consejos de sabios donde establecen un rol predominante a los mayores como valor social.
Del mismo modo, muchos de los adultos recordaremos cómo nos criamos en el barrio jugando con libertad, aprendimos a socializar, a buscar nuestro rol, etc. en espacios abiertos y libres. Hoy nos quejamos del tiempo que los pequeños pasan delante de las pantallas o del sacrificio que conlleva que hagan actividades extraescolares pero quizás algo tiene que ver las limitaciones de esparcimiento que tienen nuestras modernas ciudades, planificadas con criterios muy alejados de la infancia.

Reflexionar sobre el rol que desempeñan los mayores y los pequeños en nuestro sistema nos dará un indicador bastante significativo de la calidad de nuestra sociedad.

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