Jean Pierre Vivares Alexandre, administrador del bar Flotante. | Daniel Espinosa

Hace unos años estando de vacaciones en Gambia con un amigo, subidos los dos a una barca por un río para ver si avistábamos unos hipopótamos que nunca aparecieron, nuestros compañeros de embarcación cuando supieron que éramos de Ibiza nos preguntaron, medio en broma medio en serio, si vestíamos de blanco todos los días, si teníamos colegios y si cerrábamos la isla durante unos meses. Aquello me produjo una mezcla de rabia e impotencia porque me considero un enamorado de esta isla que me ha dado tantas cosas bonitas y aunque por educación preferí no contestar y poner la mejor de mis sonrisas, desee que ojalá se volcara la barca y acabaran en el fondo del río con sus utensilios y su uniforme de Coronel Tapioca.

De aquello ya hace cuatro o cinco años, con una pandemia de por medio, pero desgraciadamente una serie de hechos y acontecidos que dirían en mi pueblo me hacen pensar que tal vez aquellos dos personajes no fueran tan desencaminados. El último suceso es la noticia del cierre del Bar Flotante el próximo 23 de octubre dejándonos huérfanos a muchos residentes e ibicencos de cuna de un lugar emblemático al lado del mar en el que se pueden encontrar muchas cosas buenas, sobre todo unos precios que ya no se ven ni por asomo en la isla.

Cuando entrevisté hace unos días a Jean Pierre Vivares Alexandre, su administrador desde 2007, por cada pregunta y por cada respuesta sentía una punzada en mi interior y un sentimiento de rabia imaginándome que en donde ahora hay sillas y mesas de plástico y donde ahora te sirven una tostada de bacon y queso de las que quitan el sentío, dentro de poco habrá una estatua de buda, unas camas balinesas y una tostada de aguacate acompañada de zumos detox con frutas y verduras de las que jamás oí hablar. Que donde ahora disfruto una cerveza fresquita con los patos alrededor y los pies en la arena, mientras me atienden como si fuera de la familia, tal vez dentro de poco un camarero mazado o una camarera despanpanante me servirán un zumo de cebada que por su precio parecerá que ha sido traída directamente desde el espacio exterior.

Noticias relacionadas

Lo peor de todo es que todo tiene pinta de que sea así. Una gran amiga me decía que el día 23 se encadenaría al Flotante para que no lo cerraran    porque no puede entender la decisión y tal vez yo la siga mientras hago las últimas fotos para dentro de unos años poder explicarle a mi hijo Aitor que en Ibiza teníamos lugares chulos, pensado para la gente que vivimos aquí y que aunque parezca imposible la cerveza fresquita se podía tomar a un precio razonable en Ibiza. Y que sí, que había camareros y camareras como tu y como yo, normales y corrientes y no sacados de una pasarela de moda. Esos que te acercas, te sientas, te saludan, te sonríen, se acuerdan de tu cara y te alegran el día a pesar de que vayan hasta arriba de curro y no hayan casi tenido descanso.

Pero mientras escribo estas líneas el día 23 se acerca muy rápido y en un abrir y cerrar de ojos, el lunes 24 cuando nos acerquemos a Talamanca nos daremos cuenta que esta pequeña playa ya no será lo mismo. Las mesas y las sillas de plástico blancas estarán recogidas y algunos nos preguntaremos porque en esta maravillosa isla seguimos dando pasos para convertirla en un parque temático en el que únicamente se piensa en el que viene de fuera. Con esos decorados de cartón piedra de mentira que se usan unos meses y luego cuando termina la temporada se recogen hasta que llega el mes de mayo del año siguiente. Y como son los propios ibicencos los que lo permiten porque como dice este viejo dicho, poderoso caballero es don dinero.

Es cierto que yo no sé que haría si estuviera en la situación de aquellos que tienen negocios de toda la vida, sin que ya nadie quiera explotarlos, y alguien llega con el dinero por delante. Seguramente será muy tentador pensar en que ya no tendrás que trabajar más en tu vida pero también creo que por otro lado tendría un Pepito Grillo diciéndome que pensara en la gente de la isla, en los residentes y que no todo tiene un precio. Tal vez sea porque sigo viviendo en mi mundo particular, porque aún creo y milito en la utopía o simplemente porque me duele ver como Ibiza se convierte en algo de lo que cada vez formo menos parte y con el que cada vez me siento menos identificado. O simplemente porque aún no me hago a la idea de que ya nadie me pondrá en El Flotante mi tostada con una sonrisa.