El documento dado a conocer el pasado sábado por la Conferencia Episcopal Española (CEE), síntesis de las aportaciones enviadas por las diócesis, movimientos, congregaciones y distintos grupos, y que determina la posición de la Iglesia de cara a la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, convocada por el papa Francisco en octubre de este año, es esperanzador para los católicos españoles, pues revela una toma de conciencia en materias sobre las que tradicionalmente la jerarquía eclesiástica no quería ni oír hablar. Los obispos plantean que el Sínodo debe reflexionar sobre el papel de la mujer en la Iglesia, «fomentar su participación, plena y en condiciones de igualdad, en todos los niveles de la vida eclesial». También apuntan a «potenciar la acogida, particularmente a cuantos se sienten excluidos por su procedencia, situación afectiva, orientación sexual u otros motivos». Estos planteamientos representan un notable avance para lograr que la Iglesia se adapte al momento actual y a la realidad social de los católicos.

No son pocos los creyentes que se han alejado de la Iglesia por su inamovible posición respecto al sacerdocio femenino, el divorcio o la homosexualidad, por citar varios ejemplos. Y aunque es cierto que el papa Francisco, severamente criticado por los sectores más ultraconservadores, reitera un mensaje amable y de respeto hacia las personas LGTBI, no es menos cierto que muchos fieles se han distanciado de la Iglesia al no sentirse comprendidos, acogidos y respetados por los jerarcas católicos, a menudo completamente alejados y de espaldas a los fieles creyentes. Ahora es el momento de cambiar y aunque sea lentamente, muchos albergamos un rayo de esperanza para dejar de sentirnos rechazados por una Iglesia católica que aún se percibe como machista y homófoba.