Maruja Torres en un instante del programa de Évole. | La Sexta

Fue el domingo pasado pero sigo impresionado. Aún estoy recuperándome del tremendo programa, uno más, de la colección de Lo de Évole que conduce el conocido presentador cada semana en una televisión pública. En esta ocasión se centró en la figura de la reconocida periodista, columnista y escritora Maruja Torres bajo el título de #lodemaruja y lo cierto es que desde el primer minuto al último fue digno de guardar en casa y verlo de tanto en tanto para reconfortarnos con la sociedad, nuestra amada profesión, nuestros familiares y, en definitiva, todo lo que nos rodea.

Más allá de un montaje sencillamente perfecto ambientado en la ciudad eterna de Roma donde el espectador se sentía dentro de una conversación íntima y de amigos, con momentos inolvidables que pasarán a la historia de la televisión como la charla en la cama recién despertados o tomando una copa ambos acompañados de un barman, lo mejor de todo fueron las lecciones de vida que nos dejó el programa de algo más de una hora.

Entre fotografías de ese museo al aire libre que es la capital italiana extraídas de una cámara como las de toda la vida, y con comentarios y momentos íntimos y cotidianos vividos entre ambos, la sensación que dejó el programa es que son necesarias muchas más Marujas Torres y menos aspirantes a tantas y tantas cosas que, con todo el respeto, no le llegan a la suela de sus zapatos. En definitiva, que ojalá que esta pedazo de profesional que ha navegado con igual éxito y prestigio en la prensa del corazón, de las crónicas de cine o de guerra o en las columnas de opinión sin casarse con nadie, fuera eterna y que cuando nos deje no lo haga para siempre. Que ojalá que su figura se pueda estudiar por los más jóvenes y que como le llegó a decir Jordi Évole en un fragmento de su programa, cuando llegue el momento de marcharse con la parca, «se recupere esta entrevista».

Todo ello porque se trata de una figura enorme, sin pliegos, sin pelos en la lengua y con un dominio del lenguaje abrumador que nos sorprendía con cada reflexión que salía de esa voz tan reconocible que siempre la ha caracterizado y lejos del papel de diva que muchos le han asociado durante décadas. El sexo, el amor, la vida, «concebida como congregación para que valga la pena», o las adiciones «que calificó como un perro rabioso que hay que llevarlas con correa porque son muy buenas acompañantes pero muy malas amas» fueron algunos de los muchos temas que ella repasó sin tapujo alguno.

Mención aparte merecen sus reflexiones sobre la vejez, a la que aseguró que ha llegado «saltándose todas las reglas menos las de convivencia» y cuyo éxito para Maruja es «llegar con un techo, una comida y una pensión», permitiéndose incluso un pensamiento que apuntar para siempre: «Eres tan joven en tu vejez como lo fuiste en tu adolescencia, porque todo te sucede por primera vez». Y por supuesto, esta que deja los pelos de punta: «Hay que ser más valiente para ser viejo que para ir a la guerra ya que el que va a la guerra cree que puede sobrevivir mientras el viejo ve cómo su decrepitud avanza siendo esa la verdadera guerra».

Y por supuesto lo que piensa sobre su amada profesión que ha compaginado con una prolífica carrera como escritora que le ha llevado a ganar entre otros premios el Planeta o el Nadal. Más allá de consejos para los más jóvenes o para los que aún tenemos mucho que aprender, como escribir igual que se habla, «sin decir búcaro cuando puedes decir jarrón», calificó el periodismo como su «farmacia abierta 24 horas porque le curaba de todos los males» y criticó abiertamente que «la gente que miente deliberadamente lo primero que son es malos periodistas» llegando a asegurar que es un mundo «que está lleno de hijos de puta».

¿Pero saben una cosa? ¿Saben lo mejor? Que todo esto lo vi sentado en el sofá junto a mi madre Julia, y que según escuchaba a Maruja Torres, si cerraba los ojos y me abstraía de esa voz tan peculiar, les juro que estaba oyendo a mi madre. Dos mujeres empoderadas, trabajadoras, que han resistido al paso de la décadas siendo un ejemplo para muchas otras que han llegado detrás, incluso para mí mismo, por haber luchado y conseguido tantas cosas cuando todo no eran tan fácil como ahora. Será por ello que me impresionó tanto el programa más allá de la enorme figura de Maruja Torres. Será por ello que creo que el programa se podría haber titulado perfectamente #lodejulia.