Marí defiende que las colmenas «forman parte de nuestra identidad, de la misma manera que lo hacen los pozos o los aljibes», a la vez que denuncia que esta seña de identidad «está muy olvidada por parte de las instituciones públicas y, lo que es peor, de los propietarios». El mismo apicultor ibicenco, se ha encargado de hacer dos catalogaciones en las que ha documentado, en 94 asentamientos, una cantidad de 2.121 colmenas tradicionales, aunque admite que, probablemente, existan entre 3.000 y 3.500 alrededor de toda la isla. La más antigua que ha localizado Marí data del siglo XVII y se encuentra en la zona de Santa Gertrudis.
El experto apicultor asegura que «aunque no dispongo de evidencias científicas, nuestras colmenas son únicas. Lo son por su conformación, por su fenotipo, su emplazamiento y por como se envuelve en nido de cría. Una serie de características que no he visto en ningún otro lugar». La hipótesis de Marí gira en torno a que «nuestros primeros pobladores, los fenicios, serían los que trajeron sus conocimientos sobre apicultura con los materiales que se encontraron aquí». Basa su tesis en la tradición apícola de la zona donde «se hace una miel deliciosa». De esta manera, Marí sostiene que «no es descabellado pensar que, de la misma manera que trajeron sus conocimientos respecto a la elaboración de aceite y vino, también trajeron sus conocimientos a la hora de hacer miel».
Cuatro etapas
Desde la llegada de los fenicios, la apicultura tradicional ha ido evolucionando y la hipótesis del experto gira en torno a «cuatro etapas diferenciadas». En la primera, las colmenas estarían fabricadas a base de acebuche o de savina, forradas de hojas y recubiertas con tierra blanca y cal, «de esta manera se podían hacer todo lo largas que se quisiera. He llegado a encontrar una de dos metros y medio en la zona Morna, aunque lo normal era que no superara los 130 centímetros».
La segunda etapa, según Marí, consiste en el uso de troncos de, principalmente, algarrobo o almendro.
La tercera etapa, explica el apicultor, vendría «por la influencia del norte de África», con el uso de un cilindro de cerámica, de aproximadamente un metro y que, «tapado por cada lado, se llevaba a las zonas con floración». Sin embargo, Marí reconoce que esta etapa «fue un fracaso. Fue debido a que la temperatura de la cerámica, que es tan fría en invierno como caliente en verano. Eso no les gusta a las abejas». En cuanto a la cuarta etapa, la tesis de Marí gira en torno al trabajo que supone cambiar el nido de la colmena una vez se ha podrido. Por esa razón, según la hipótesis del apicultor ibicenco, se decidió colocar la estructura ya existente sobre cuatro tablas para hacer allí el nido de cría. «Los fondos se hacían de madera o de marés para que no se pudriera», explica Marí, quien asegura haber encontrado una estructura de este tipo «de casi tres metros altura, aprovechando la orografía de Morna».
Colmenas tradicionales
De esta manera, las colmenas tradicionales se colocaban «unos cinco centímetros elevadas sobre la rocalla, orientadas al sur y en las afueras de un bosque con agua cerca», tal como explica Marí. Estas colmenas se protegían con piedras de los alrededores. «He llegado a ver algunas que son montones de piedras, aunque la mayor parte de ellas consisten en dos piedras verticales a cada lado», apunta. El apicultor continúa explicando que «sobre esas piedras, bien caladas en el suelo, se pone tierra de sitge y arcilla y, allí, se coloca el nido de cría». A partir de aquí, una serie de capas de arcilla, tierra y posidonia seca rellenaría el resto de la colmena para «coronarla con dos piedras». Las explicaciones del experto a la hora de describir la colmena a Periódico de Ibiza y Formentera se extienden de manera tan meticulosa que solo cabe recomendar la lectura de su nuevo libro, así como el curso de iniciación a la apicultura que impartirá junto al consultor apícola Antonio Pajuelo el próximo 24 de marzo (inscrpciones en apicultorseivissa@gmail.com).
No obstante, respecto a la evolución de la apicultura, Marí no deja de explicar que, «poco a poco, se fueron creando inventos y evoluciones relacionadas con la apicultura, desde el extractor manual, las láminas de cera o el cuadro móvil, que fue un gran avance». Sin embargo, pese a que estos inventos datan de mediados del siglo XIX, Marí asegura que esta tecnología «no nos llegó a Ibiza hasta mediados de los años 80 del siglo XX». De esta manera, todavía se conservan colmenas tradicionales y, tal como asegura Marí, «uno de nuestros socios, que tiene más de 70 años, mantiene activas las colmenas tradicionales de su abuelo y funcionan perfectamente».
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