María Jesús y su acordeón, en una imagen promocional.

María Jesús Grados Ventura (Cáceres,1956), más conocida como Maria Jesús y su acordeón, alcanzó el zenit de su carrera con El baile de los pajaritos nada más empezar los años 80. Una canción que no ha dejado de sonar desde entonces, haciendo mover ‘el piquito’, sacudir ‘las plumas’ y remover ‘la colita’(chu chu chu chu) a varias generaciones. Acompañada por su inseparable acordeón, empezó en el mundo de la música con solo ocho años tocando en restaurantes, bares y en la playa de la Malvarrosa (Valencia) para acabar mereciendo nada menos que un disco de platino. Este miércoles día 9 de agosto a las 21.00 horas ofrecerá su espectáculo en el parque Reina Sofía en la fiesta dedicada a los mayores, dentro de la programación de las Festes de la Terra.

—¿Qué espectáculo podemos esperar este miércoles en el parque Reina Sofía?
—Es un espectáculo dirigido a las personas mayores y voy con muchas ganas y muy contenta. ¡¿Quién no va contenta a Ibiza?! [ríe]. Mi intención es darle al público que venga todo lo que se merece, que es tanto que no sé si se lo podré dar todo. Sí que voy a poner todo mi empeño, cariño y mi buen hacer para que las personas mayores disfruten. Que el momento de mi espectáculo sea un momento de felicidad para las personas mayores es el mejor pago que puedo recibir.

—Tantos años de carrera y no para.
—Así es. Llevo un par de años paseándome de punta a punta de España. Después de Ibiza me voy a Granada, después a Zaragoza a Monreal del Campo… Es verdad que no paro y estoy muy contenta y feliz con eso. Antes de venir a Ibiza estuve en Tudela y, la misma noche, a las tres y media de la madrugada, estuve actuando en casa, en el Low Festival de Benidorm. Me invitaron a tocar con ellos mis amigos de Ladilla Rusa. Fue muy emocionante volver a tocar ‘los pajaritos’ ante 20.000 personas que hacían el baile.

—¿Están viviendo una nueva vida ‘los pajaritos’?
—Estos pajaritos ya están creciditos: ya tienen 42 años, pero siguen volando y haciendo felices a las personas que lo escuchan. Ese es el mejor regalo.

—Sin embargo, su producción musical va mucho más allá de ‘los pajaritos’.
—Así es. ‘Los pajaritos’ tienen 42 años, pero yo llevo más de 60 en la música. Antes de que Dios me hiciera el regalo de ‘los pajaritos’ ya tenía mucho camino recorrido. Sin embargo, en mis conciertos estoy tocando durante dos horas y, al final, siempre me despido y el público se vuelve loco pidiendo ‘los pajaritos’ [ríe]. Tengo grabados 38 LPs, unos 40 CDs y 109 carátulas de casete distintas. Cada año grababa cinco o seis cassettes distintos y mi primer disco lo grabé con solo 12 años. El último lo grabé durante la pandemia para las personas que les iba bien mi música durante ese periodo espantoso. Tengo un disco de platino y el primer casete de oro que se otorgó en su momento, eso fue antes de ‘los pajaritos’. Ahora ya tengo ganas de volver a grabar algo más. A ver si el ritmo de actuaciones me lo permite. Si solo hubiera tocado ‘los pajaritos’ mi camino hubiera sido corto.

—¿Sigue tocando cada día en su restaurante de Benidorm?
—No. Dios me vino a ver unos meses antes de que llegara la pandemia y me dijo que había llegado el momento de que dejara el restaurante y me dedicara a hacer lo que estoy haciendo ahora. Se me reclamaba de muchos lugares de España y me era muy complicado poder ir por estar tan atada al local que tenía. Dios me avisó en el momento adecuado y cerré dos meses de que viniera la pandemia y pasaran esos años tan duros. También me he podido dedicar a cuidar más a mi madre, que tiene 96 años, y a disfrutar de mi familia y de mis amigos. Estoy disfrutando muchísimo, tanto los días que tengo actuaciones como los que no. Mi vida está llena ahí ya que la gente decida.

—Una vida en la música que empezó bien temprano, ¿no es así?
—Así es. Desde que, de bien pequeña, mi padre me puso un acordeón en mis brazos. Íbamos a tocar por la playa y los restaurantes de la Malvarosa y yo pasaba la gorra. No para pedir limosna sino para que nos pagaran el precio que consideraban por nuestro trabajo como músicos, que es muy distinto. Si tuviera que volver a hacerlo hoy lo haría sin ninguna duda.

—¿Conserva ese primer acordeón que le puso su padre sobre las manos?
—No. Mi padre solía dar de entrada el acordeón viejo para comprar uno nuevo, que se pagaba poco a poco. En cuanto estaba pagado, siempre volvía a hacer lo mismo. Nunca me he quedado los acordeones, de una manera u otra siempre me los pedían. O bien para programas de televisión, o bien personas que los necesitaban. El último lo regalé en Barcelona en una cena benéfica para una asociación. Solamente conservo uno del que no me desharía por nada del mundo. Uno que llevaba cuando tocaba en la playa y en los restaurantes y que lo tengo firmado por las grandes figuras del toreo y la cultura de esa época. Tengo las firmas de Sara Montiel o de Lola Flores con quienes tuve la suerte de coincidir profesionalmente años más tarde. Cuando se lo conté a Sara Montiel no se lo podía creer; me dijo que se acordaba perfectamente de mí.

—¿Cómo conseguía esos autógrafos?
—En la playa y en los restaurantes. A mí me dejaban entrar en uno de los restaurantes buenos de Las Arenas, en Valencia, donde iban a cenar todos los grandes toreros, desde Curro Romero o Palomo Linares a Paquirri, con quien coincidí e hice una buena amistad y lamenté mucho su muerte. Como mi madre trabajaba en un restaurante de la zona, con la excusa de que ‘es la hija de María’ a mí me dejaban tocar y pasar la gorra. Allí conocí a muchas de esas personalidades.