Joan Barbé, ayer, minutos antes de la charla con ‘Periódico de Ibiza y Formentera’ en Santa Gertrudis. | Arguiñe Escandón

Prácticamente desde que era un niño, Joan Roig –conocido por todos como Joan Barbé (Ibiza, 1984)– se ha curtido en todos los escenarios de la Isla logrando una madurez artística que se evidencia en cada actuación. Junto a Omar Gisbert, músico y productor, creó hace 15 años Ressonadors, consiguiendo que las canciones tradicionales ibicencas perduren en el tiempo.

—Desde que se presentaron en 2009 hasta ahora, ¿ha cambiado Ressonadors?
—Ha cambiado porque han pasado 15 años y en ese tiempo cambian muchas cosas. Nosotros dimos el primer concierto en 2009, pero una de nuestras particularidades es que normalmente un grupo ofrece varios conciertos antes de presentar un trabajo y nosotros lo hicimos al revés: primero hicimos el disco y después nos presentamos en concierto. El álbum salió a finales de 2008 y el primer directo lo realizamos en abril de 2009. Ya empezando por aquí fue algo especial porque la gente, lo primero que conoció de nosotros fue una grabación. Al primer concierto, además, pensábamos que no iba a ir nadie y, por suerte, no fue así y se llenó el parque Reina Sofía y el resto es historia. Hemos cambiado lo justo para poder mantener nuestra esencia, que es lo primordial, y que era que estas canciones estuvieran vivas cuanto más tiempo mejor. Siempre digo que el público determinará si duraremos 15 minutos o 15 años más.

—Haciendo un poco de historia, ¿de dónde surgió la idea de Ressonadors?
—-Si retrocedo a la raíz de todo, el proyecto nació en 1997 o 1998. Fue una idea de Omar Gisbert. Yo tocaba como batería en la Orquesta Ibiza y él me comentó cómo había tenido la idea de hacer esas versiones modernas de canciones populares con músicos de la Isla. Años después, cuando empecé a trabajar más directamente con Omar, retomamos el proyecto en 2008 porque la idea era muy buena. Él siempre insistía, pero el que tenía más miedo era yo porque temía que la gente más conservadora o purista criticara esas versiones, hechas con baterías y guitarras eléctricas, y nos acusaran de destrozar nuestra cultura y nuestro folklore. La sorpresa fue después cuando vimos que gustaba a todos, desde a niños de cinco años hasta a sus abuelos de 90. Diría que es prácticamente imposible lograr eso con un proyecto musical.

—De hecho, las nuevas generaciones es posible que conozcan estas canciones gracias a Ressonadors.
—La palabra ‘responsabilidad’ me resuena, nunca mejor dicho, en cada concierto de Ressonadors. Llevo dedicándome a esto desde hace 25 años y siempre cuento la misma anécdota: una vez toqué para 90.000 personas y no estaba nada nervioso. Sin embargo, cuando se acerca un concierto de Ressonadors, varios días antes ya estoy insoportable y es por esto, porque tengo una sensación de gran responsabilidad. También es muy bonito porque, en los conciertos, en las primeras filas he visto a niñas que debían tener 12 o 13 años y cantaban como locas todas las canciones. Ellas no habían nacido cuando hicimos el primer disco, así que también siento satisfacción. Hay que decir que previamente ya es algo que había hecho Uc y no me cansaré de decirlo. Gracias a ellos, estas canciones han llegado hasta aquí y gracias a aquellas versiones, yo conocí estos temas. Si ahora, gracias a nuestro trabajo, las nuevas generaciones las pueden conocer, será algo muy satisfactorio.

—También le dará cierta tranquilidad saber que en el concierto de hoy serán miles los espectadores.
—Yo admiro mucho a los músicos que dicen tocar igual para diez personas que para 10.000. Yo no y me siento mucho mejor tocando para 10.000 personas. Cuanta más gente tenga acompañándome, más a gusto tocaré porque la sensación no es la misma y el ambiente no es igual. Con Ressonadors, sin embargo, aunque debería estar tranquilo, no lo estoy porque no es una cuestión de cantidad, sino de responsabilidad. Tengo la sensación de que cada concierto de Ressonadors traspasa lo meramente musical. Es como un evento social en el que muchos ibicencos nos juntamos para reivindicar lo nuestro. Es una percepción personal, pero noto que está pasando algo más que un concierto y creo que este extra es lo que hace que Ressonadors sea algo más, ni mejor ni peor que otros grupos, pero sí más especial en este sentido.

—¿A quién se podrá ver desfilando por el escenario en el concierto de hoy?
—No solemos decir quién canta para mantener el factor sorpresa, pero ya se ha publicado en redes que es el 15 aniversario de Ressonadors y lo primero que conoció la gente fue nuestro primer trabajo. Así, esta noche interpretaremos todo ese primer trabajo, algo que no hacemos, creo, desde el 2009. También tocaremos algún tema del segundo disco y tenemos una sorpresa que nos reservamos para la noche.

—¿Ressonadors puede tener continuidad?
—Antes de la pandemia mi respuesta a esta pregunta era un ‘no’ rotundo. Creo que el proyecto ha ido tan bien y ha sido tan bonito que no me gustaría estropearlo con algo que no funcionara. Después de la pandemia, voy con pies de plomo en ser tan rotundo con mis respuestas porque nunca sabes lo que puede pasar. Me ha cambiado el chip en este sentido, No está en nuestros planes hacer nuevas grabaciones, pero el ‘no’ no es tan rotundo.

—¿Con qué versión se quedaría de todas las que han llevado a cabo?
—Es una pregunta complicada pero, por varias razones, diré que la de Sona viola, sona. En primer lugar, la historia que narra me puso los pelos de punta desde el principio y, además, fue la primera vez que pude escribir unos arreglos para una orquesta de cuerdas. Además, me hizo mucha ilusión unir dos voces que son muy importantes para mí, y para todos los ibicencos: la de David Serra y la de Joan Murenu. La curiosidad de esta canción, y por eso los uní, es que David ya había hecho una adaptación de esta canción para el primer disco de Statuas d Sal en el tema Hay amores que matan. Me quedo con esta versión, pero me quedo con todas las que hemos hecho porque es como si fueran hijas mías.

—¿Y en cuanto al momento más especial vivido con Ressonadors?
—Creo que el primer concierto puesto que realmente fue el primer contacto físico con nuestro público. Las redes no estaban entonces tan activas y no tenías un feedback tan real de cómo iba la cosa. No sabíamos bien si esto había gustado o no. Además, en el primer concierto había estado lloviendo todo el día y recuerdo, cómo en la última canción, volvió a llover y toda la gente aguantó allí con el paraguas sin moverse del sitio. Ha habido muchos momentos y muy bonitos, pero me quedo con este.