Marinah actuará esta noche en las fiestas de Sant Bartomeu.

Marina Abad (Valencia, 1971), conocida artísticamente como Marinah, llegará esta noche a Sant Antoni como un torbellino, dispuesta a contagiar su ritmo y energía a todo aquel que asista a la primera edición de la ‘Fiesta de jamón y flamenco’ organizada por el Ayuntamiento dentro de las celebraciones de Sant Bartomeu.

Según reconoce, le gusta mucho trabajar con gente cubana, por lo que hoy estará acompañada del trompetista Eugenio Pérez y del violinista Ramsés Puente. Junto a la exvocalista de Ojos de Brujo actuarán también Cani Huertas, a la percusión flamenca; el pianista Alexandre Delange; el bajista Mariano Menteguiaga y el guitarrista Isaac Robles.

—¿Qué han preparado para la actuación de esta noche en Sant Antoni?
—Vamos con un montón de ganas y mucha ilusión. Hace cuatro años que me mudé a Formentera y tengo con la isla una relación muy estrecha porque he estado yendo y viniendo. En un momento dado de mi ciclo vital me apetecía un poco más de tranquilidad y me vine aquí a vivir. He montado una banda en Formentera con gente de todos lados. En Sant Antoni vamos a hacer un repaso de todos mis años en el mundo de la música, tocando aquello que más nos apetezca.

—¿Es fácil mantener una carrera musical teniendo como base la isla de Formentera?
—De alguna manera, cuando tomas una decisión así es porque te apetece un cambio y en Formentera no sólo hago música. Obtuve la carta de artesana y tengo un laboratorio botánico. Elaboro inciensos con plantas de Formentera y tengo además joyería y cuadros botánicos, entre otras cosas. De alguna forma, estoy combinando la música con el trabajo de artesana.

—Hablando de Formentera, ¿ha percibido ese gran cambio en la isla del que hablan algunos?
—Todo ha cambiado a peor. No sólo Formentera, sino cualquier lugar al que vayas. Soy de Valencia y antes también era una ciudad más amable y fácil. Los precios han subido en todas partes una barbaridad, aunque en Formentera, al ser ese pequeño paraíso, sí parece que se aprieta demasiado, pero creo que se conserva la magia de lo que es la tierra, tal como pasa en Ibiza. Cuando uno está aquí, tiene esa sensación de que hay magia, aunque la isla sí está saturada en muchos aspectos y ha cambiado. Además, el problema de la vivienda es muy grave, al igual que en Ibiza. Es todo una barbaridad y una locura.

—Volviendo a lo musical, ¿de dónde saca esa energía sobre el escenario?
—Es mi carácter y mi energía es así: fuego para lo bueno y para lo malo. Me emociona mucho la música y, cuando estoy en un escenario, me lo estoy pasando bien. Además, la conexión y la comunicación con el público es vital. No tengo la sensación de estar haciendo un recital para que me miren, sino que es como una comunión en la que participamos todos y, si hay magia, es porque todos ponemos de nuestra parte. Es algo recíproco y es de las cosas que más me gustan en el mundo de la música. Poder aportar un rato de buen ambiente y alegría en la vida de alguien, y en la mía incluida, es maravilloso.

—Usted se ha declarado desde siempre feminista. En la música no lo habrá tenido tampoco fácil como mujer.
—En cada ámbito y en cada gremio se da de una manera, pero es un problema endémico. Hasta que no nos vean de un determinado modo en la vida real, tampoco lo harán en el trabajo. Tengo la suerte de que siempre suelo rodearme de un entorno bastante conciliador, pero es cierto que, al ser mujer en el mundo de la música, vives situaciones y circunstancias por tu género y eso es real.

—¿Y en estos años ha notado cambios en este aspecto en una carrera como la suya?
—No lo sé. Yo me vine a Formentera porque estaba saturada de lo que es la industria musical, del montaje y de cómo funciona todo. Me encanta la música, pero todo el trapicheo que hay alrededor, creo que cada vez tiene menos alma. En mi época, quienes se dedicaban a esto era porque les gustaba la música, no sólo por hacer dinero. Se notaba más cultura musical y, quien estaba en este gremio, era por amor. Ahora, todo está muy cambiado, aunque, volviendo al papel de la mujer, es cierto que veo a las chicas jóvenes de ahora y se me cae la baba. Creo que hemos avanzando en ese aspecto, en cómo las mujeres pisamos, aunque las más jóvenes siguen encontrándose con un montón de trabas. Siempre se ha intentado que entre nosotras seamos competencia, cuando eso supone dividirnos y hacerlo todo más complicado, aunque en las generaciones nuevas veo más sororidad y más colaboración y eso me gusta. También veo que hay muchas mujeres que se expresan como quieren y he descubierto a muchas artistas en todos los géneros que me encantan y me gusta su discurso. Eso es un paso más en nuestro camino.

—Su último trabajo se titula precisamente ‘Heroínas’.
—Sí, en ese momento la reflexión era personal, pero transferible al colectivo. Es todo tan complicado que mantenerte en pie haciendo lo que quieres y lo que te gusta y con unos principios intactos, es de heroínas. Además, ya no tengo 30 años, que ese es otro hándicap con el que nos encontramos las mujeres. Los hombres se hacen mayores y son interesantes y nosotras, a partir de los 40 parece que nos volvemos invisibles y que tenemos que luchar por ser otra cosa que no eres y eso es horrible. Las que tenemos un papel más visible, de alguna forma somos un referente y si estás cómoda, te tratan bien y te dejan tu espacio, transmites a otras que también pueden hacerlo. A partir de los 40, una mujer tiene que luchar el doble y yo me he cansado. Pelear y luchar sólo para mantenerte en pie es una pesadilla y llega un momento en el que lo que te apetece es vivir. Yo no quería esa lucha de hacer un disco ahora. ¿Para qué lo haces?. Para mí era como un ritual, algo muy importante, con un gran nivel de esfuerzo e inversión porque tampoco quiero hacer un disco mal. Realmente, es muy complicado.

—¿Qué queda de esa artista que comenzó en esto de la música hace más de 20 años?
—Lo principal es que soy rebelde y no me conformo con las cosas que no quiero. Si tengo que dar un giro de volante de 360 grados con todas las consecuencias, lo hago. Mantenerme en algo en lo que ya no creo o ya no me gusta, no lo hago y nunca lo he hecho. En eso, soy la misma joven de 18 años que estaba en Valencia haciendo locuras.