Bob Gruen - Fotógrafo. | Toni Planells

Bob Gruen (New York, 1945) es uno de los fotógrafos del Rock & Roll más icónicos del siglo XX. Pegado a una cámara desde los ocho años y con el Rock & Roll siempre presente en su personalidad, Tina Turner le abrió las puertas del mundo de la música que ha inmortalizado durante más de medio siglo. Ha expuesto algunas de sus fotografías más icónicas por primera vez en España en la sala Walter Benjamin de la mano del festival Contrast Ibiza.

—Ha expuesto sus fotos en España por primera vez en Ibiza, ¿conocía la isla?
—Es la primera vez que estoy en Ibiza y me está encantando. Había oido hablar de Ibiza desde hace muchísimos años. Era hippie, pero hippie de barrio, de los que no podíamos financiarnos un viaje para recorrer Europa. Más adelante Ibiza se hizo famosa por las discotecas y yo no soy un ‘disco dancer’, soy un ‘rockandroller’, así que tampoco tuve mucho interés por ir a Ibiza entonces.

—¿Desde cuándo es un ‘rockandroller’?
—Desde que nací (ríe). El rock and Roll es libertad. La libertad de expresarte de manera contundente y en público. Es una manera de escapar de la realidad cotidiana, mientras estás gritando no piensas en pagar el alquiler. Crecí en los años 50 alucinando delante de la televisión con Elvis Presley. No tenía nada que ver con Frank Sinatra o los demás crooners a los que estábamos acostumbrados entonces. Después fui descubriendo a gente como Bo Didley, Chuk Berry o Buddy Holly que llevaron el rock y la libertad que significan por todo el mundo.

—¿También es músico?
—No. Intenté aprender a tocar unas cuantas veces cuando era joven, pero no tardé en darme cuenta de que lo mío, más que tocar un instrumento, era la fotografía.

—¿Cuándo descubrió su pasión por la fotografía?
—Desde que era niño. Mi madre era aficionada a la fotografía y revelaba sus propias fotos. Cuando yo no tenía más que cuatro o cinco años me metía en el laboratorio y aprendí a revelar a su lado. Me encantaba. A los ocho años mis padres me regalaron mi primera cámara y enseguida me convertí en el fotógrafo de la familia. Fue un buen aprendizaje, porque aprendí cómo hacer que una serie de personas disfuncionales parecieran normales durante una fracción de segundo, que es lo que he estado haciendo el resto de mi vida fotografiando bandas de rock (ríe).

—¿Cuándo pudo ganarse la vida con la fotografía?
—Cuando tenía 11 años me llevé la cámara a un campamento y me puse a hacer fotografías de todo lo que hacíamos. Mi madre revelaba las fotos y las vendíamos en el campamento. He estado vendiendo mis fotografías desde que tenía 11 años.

—¿Cuándo combinó su pasión por el rock and Roll y su pasión por la fotografía?
—Después del instituto empecé a acompañar a unos amigos que tenían una banda de rock haciéndoles fotos. De alguna manera sabía que esta sería mi vida. Poco tiempo y por casualidad conocí a Ike y a Tina Turner en uno de los conciertos a los que me llevaba la cámara para hacer fotos a quien fuera. Les hice fotos sin ni siquiera conocerles, pero eran una auténtica pasada y les fui a ver unas cuantas veces más. Fueron mis amigos, cuando vieron las fotos que les hice, quienes me empujaron a enseñárselas. Cuando Tina las miraba en el camerino y me iba diciendo cuanto le gustaban, ¡yo no podía ni respirar! A partir de allí nació una gran amistad con Tina y empecé a acompañarla en las giras, haciéndole fotos y videos. De hecho, la primera portada que hice de un disco fue de Tina Turner un año después.

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—Usted trabajó para otras bandas.
—Así es. Tina me presentó a multitud de publicistas y de directores de compañías discográficas. Cada vez que íbamos a algún sitio conocía a más y más gente del mundo de la música. Era una especie de bola de nieve que cada vez se hacía más y más grande y que todavía hoy sigue creciendo. Tuve la suerte de estar siempre en el sitio adecuado en el momento perfecto, y de saber hacer lo que tocaba en cada momento. De hecho, ese es el nombre de mi biografía ‘Right place, right time’.

—Respecto al tiempo y el lugar al que usted se refiere, habla del Nueva York de los 60, 70 y 80, ¿cómo recuerda esa época?
—A finales de los 60 y principios de los 70 la ciencia descubrió los anticonceptivos, los chavales descubrieron la marihuana, se legalizó el aborto y hubo una época de ‘amor libre’ muy bonita. Entonces llegaron los 80 con las enfermedades venéreas, el SIDA y demás que acabaron con la época de ‘amor libre’. Fueron unos años muy desconcertantes, nadie podía imaginar que acostarse con alguien podía ser perjudicial para la salud. Descubrimos la necesidad de ciertas normas para la sociedad.

—Respecto a la música, también ha visto su evolución desde dentro. ¿Cómo valora esta evolución?
—Tras la revolución que supuso el rock and roll, llegó la revolución que supusieron The Beatles. Ahora todo el mundo está acostumbrado a sus canciones, que suenan en todos lados. Pero la llegada de The Beatles en su momento fue tan revolucionaria o más que la de los Sex Pistols. Dieron un giro de 180 grados al panorama de la cultura musical del momento. En el contexto de aquel tiempo, The Beatles eran brutalmente diferentes a la idea de banda aseada y con traje que se tiene hoy en día. Tenían un humor cínico que no se cortaban a la hora de mostrar en televisión, haciendo bromas y chistes con la prensa. Eso no se había visto nunca. Los descubrí una noche de los 60, cuando fui a cenar con mis amigos del instituto a un hotel donde había una televisión en blanco y negro donde se veía un montón de gente gritando y bailando. Nos acercamos todos para ver qué era eso y alucinamos. Desde la llegada de la MTV todo se comercializó mucho y la industria empezó a pesar más que la creatividad. Los conciertos de rock pasaron de celebrarse en bares a celebrarse en teatros y después en grandes estadios. Siempre tuve la suerte de trabajar con artistas muy auténticos. Gente como Tina Turner, Led Zeppelin, Alice Cooper… todos eran auténticos e incomparables. Por mucho que traten de comparar a Beyonce con Tina Turner, Tina siempre fue incomparable y original.

—Acabó haciendo algunas de las fotos más icónicas de John Lenon, ¿cómo surgió esa relación?
—Fue a raiz del primer libro de fotografía de rock, ‘Rock & Roll Photography’, en el que trabajé. Quien entrevistaba a John Lenon y a Yoko Ono me pidió que hiciera las fotos de la entrevista. Cuando vieron mi trabajo y tuvimos una conversación, me pidieron que ‘fuera a verles más a menudo’, y allí comenzó una relación de amistad que sigo manteniendo a día de hoy con Yoko. Ella es una de mis mejores amigas y consejeras.

—Podríamos llenar páginas sobre sus experiencias con estrellas del mundo del rock, pero no me resisto a preguntarle por Led Zeppelin y sus giras salvajes, ¿qué ha llegado a ver usted en esas giras?
—(Ríe) Por suerte, trabajé con Led Zeppelin solo en una gira y cuando ya tenían su propio avión. Representaban perfectamente los excesos de los 70’s, era gente que parecía que no podían comprarse una camiseta pero que tenían su propio avión. Cuando fui con ellos iban acompañados de abogados y gente de la compañía discográfica y se portaron relativamente bien. Me perdí sus famosas fiestas salvajes, tal vez por eso sigo vivo y sano (ríe). Eso sí, me lo pasé bomba con ellos. También me he divertido mucho en el bus, yendo de gira por toda América con bandas como The Clash, Sex Pistols… lo podéis leer todo en mi libro.

—De los miles fotografías que ha hecho en su carrera, ¿sería capaz de elegir una?
—Tal vez la de la sesión que hice con John Lenon fue la más importante. Fue de las pocas fotos que llevaba pensada con antelación, la mayor parte de mi trabajo es espontáneo. Pero tras mudarse a Nueva York, el gobierno trataba de desacreditar a John para echarle del país, así que pensé en hacer una especie de símbolo de bienvenida y le sugerí el lugar y la camiseta. Tras su muerte, esa foto tomó más relevancia, convirtiéndose en una suerte de símbolo de la libertad que simbolizaba John Lenon y que yo he reivindicado durante toda mi vida.