Pedro Abril (Aranjuez, 1959) es afilador, de la vieja escuela: con una máquina de madera de sapeli que él mismo se ha construido con las técnicas más rudimentarias de este gremio.

—¿Desde cuándo está en Ibiza?
—Vine a Ibiza hace 22 años ya, y aquí estoy.

—¿Qué le trajo a esta isla?
—Vine para hacer una exposición en la sala de Argentaria, que ya no existe, y me quedé por amor.

—¿Una exposición?, ¿Es usted artista?
—Bueno, hacía escultura. Principalmente trabajaba la piedra y la madera. Por falta de talento o de oportunidades no conseguí cumplir con mis expectativas, así que decidí hacerme artesano. Hacía juguetes de madera, pero tampoco tiene el mismo rendimiento que afilar cuchillos. Como escultor prometía, pero como afilador cumplo.

—¿Y desde cuando es afilador?
—Me dedico a este oficio desde hace 12 años. Como fabricante de juguetes de madera participaba en la feria medieval, y para entretenerme en los tiempos muertos me hice afilador y me entretenía afilando entre cliente y cliente. Entonces empezaron a acercase personas que me decían que en Ibiza apenas hay afiladores, y desde entonces. Es un oficio que se perdió y me lo encontré yo.

—¿Se fabricó usted mismo esta máquina?
—Sí, he hecho varias máquinas. Desde la más sencilla hasta la que tiene mejor rendimiento, siempre manuales, claro. Esta es una copia de una máquina italiana de principios del siglo XX.

—¿Ha hecho un trabajo de investigación histórica al respecto?
—Sí, estuve en la tierra de los afiladores: Orense, en la zona de laRivera Sacra. De allí es de dónde nació la tradición del afilado en España. Aunque en todos los países se atribuyen el origen de los afiladores, los gallegos creen que se han inventado esta máquina, pero hay quien me dice que la ha visto en Marruecos. También me mandaron una foto de esta máquina en Yugoslavia.

—Entonces, ¿la máquina no es gallega?
—Lo que sí es verdad es que los gallegos, en su emigración a América la llevaron y la popularizaron en toda Sudamérica, pero el origen primigenio es difícil de saber. Hay grabados de época medieval.

—Lo del gremio de afilador es todo un mundo.
—Sí, hasta existe una jerga específica, el barayete, que yo no sé hablar. Otro elemento era el chiflo o chipro, que es el instrumento de doce notas que tocan siempre los afiladores.

—¿Toca el chiflo?
—No. Me da mucha vergüenza. Como toco mal pensarán que afilo mal, y yo afilo bien pero toco muy mal. Afilo bien, pero como músico no quiero ofender.

—¿Tiene muchos clientes?
— Sobre todo de mantenimiento. Algún restaurante también me pide que le afile sus herramientas. En temporada baja soy el único espectáculo en Ibiza, y eso que voy vestido (ríe).

—¿Ha afilado algún arma?
—Una vez, un sable. Cuando oí al dueño que decía «con esto se podría rebanar un cuello» me arrepentí y nunca más.

—¿El secreto de un buen afilador?
—No tiene mucho secreto, no hay que ser ingeniero. Lo más importante es tener pulso y paciencia. Y sobre todo no ser ambicioso.

—¿Se puede vivir de esto?
—No. La única manera de vivir del afilado es apuñalar (ríe).