Joachim Kün fumando en el estudio de su casa en Salines. | Toni Planells

Joachim Kühn (Leipzig, Alemania, 1944) es un pianista y compositor alemán de jazz de prestigio internacional. A sus 78 años vive en Ibiza desde 1992, en su casa en pleno corazón de Ses Salines. Kühn ha sido nombrado mejor pianista de jazz de Europa hasta siete ocasiones. Ha compartido escenario con músicos de la talla de Jimmy Garrison, Don Cherry, Slide Hampton, Billy Cobham o Jean-Luc Ponty. Entre sus duetos aparece junto a grandes nombres como Ornette Coleman. En su inmenso currículum aparece su intervención, junto a la orquesta de Gato Barbieri, en la icónica banda sonora de El Último Tango en París, de Bernardo Bertolucci.

—¿Cómo descubrió Ibiza?
—Mi hermano Rolf, que es un gran clarinetista, se compró una casa en Ibiza en 1971. Por aquellos tiempos yo vivía en París y solo venía a Ibiza como invitado. En aquellos tiempos no me hubiera planteado vivir en un lugar como este. Pero cuando me iba acercando a los 50 empecé a pensar en que me podría comprar esta casa. Así que al final me la acabé comprando en 1992 y desde entonces decidí convertir Ibiza en mi lugar de residencia. He vivido en multitud de lugares, pero aquí es dónde soy feliz. Esta es mi casa desde hace más de 30 años.

—Tiene un estudio en su casa ¿trabaja desde aquí a la hora de componer y grabar su música?
—Sí. Aquí tengo un buen piano y un buen estudio. Los últimos álbumes que he publicado los he grabado aquí mismo. Aquí tengo una vida espléndida, he tenido la suerte de que la pandemia me pilló aquí.

—La pandemia ha afectado mucho al mundo de la música respecto a los conciertos ¿cómo la ha vivido?
—Por culpa de la pandemia no ha habido muchos conciertos, pero alguno he podido hacer. Yo he estado toda mi vida viajando y tocando por todo el mundo, pero las restricciones lo convirtieron todo en algo complicado y encorsetado. Cada vez que te tenías que mover era un cúmulo de problemas y, aunque un concierto es una recompensa, con todos los problemas a la hora de ir y volver decidí no hacerlo. Al final le tengo que agradecer al coronavirus que me haya permitido hacer, por fin, una parada. En Ibiza me siento libre, aquí puedo hacer lo que quiera durante todo el día.

—¿Cómo ha aprovechado esta parada que le ha permitido la pandemia?
—Sobre todo he disfrutado de la vida aquí. Como te decía, suelo viajar mucho para dar conciertos, pero viajar desde Ibiza, sobre todo en invierno, es un poco complicado y cansado. Estos dos años aquí sin apenas viajar los he disfrutado de verdad.

—¿Qué tipo de vida lleva aquí?
—No me encontrarás en grandes fiestas ni eventos de esos. Aquí llevo una vida más que tranquila con un buen puñado de amigos.

—¿Encontró creatividad en Ibiza?
—Sin lugar a dudas, desde el primer momento. Este es un lugar en el que la inspiración es continua.

—¿Ha hecho muchas locuras creativas en Ibiza?
—Sí, claro. Una vez llegamos a hacer un concierto con cláxones de coches.

—¿Me podría explicar eso?
—Hace muchos años. Recuerdo que mi dentista y amigo, Marcus, me dijo que su parking había muy buena acústica. Así que un día cogí mi saxofón y, efectivamente, sonaba mejor que en un estudio, era increíble. ¡Un sonido fantástico!. Así que otro amigo, Leo Irriguible, me propuso que escribiera una partitura para seis coches y así lo hicimos. Recuerdo que hicimos mucho ruido, era un domingo por la noche e hicimos una grabación de unos 45 minutos. Todavía tengo la cinta por ahí. Fue divertidísimo, eso sí: tendrías que ver cómo se quejaban todas las casas del vecindario.

—¿Ha tocado mucho en Ibiza?
—Desde luego, muchísimas veces. De hecho, hace unos 20 años tenía una banda aquí. Tocábamos free jazz, nosotros lo introdujimos en la isla. Tocábamos mucho en un club que se llamaba Arteca. Pero cuando Mauri, su dueño, murió no encontramos otros locales en los que tocar. Piensa que el free jazz no era la música más popular para tocar en Ibiza.

—¿Ibiza es un buen lugar para el jazz?
—No. Ibiza no es un isla de jazz. Eso no significa que de aquí no salgan grandes músicos de jazz, de hecho sucede. Me refiero a que aquí no te puedes ganar la vida como músico de jazz. Sí que es verdad que va a mejor, ahora mismo hay dos buenos festivales en la isla (uno de ellos desde hace muchos años) y han venido músicos de primer nivel.

—Ha hablado de buenos músicos de jazz ibicencos ¿Algún descubrimiento reciente en este sentido?
—Sí. He conocido a un chico que es, literalmente, un supertalento. Me di cuenta las primeras veces que coincidimos y tocamos juntos. Desde entonces hemos estado trabajando juntos durante algo más de un año. Tiene un sonido y unas ideas muy originales, ¡y cómo compone y cómo toca!. De hecho ya hemos grabado juntos un álbum que, de momento, solo se puede encontrar en Youtube.

—¿Quién este chico?
—Se trata de Andrés Coll, tiene 21 años y es vibrafonista. La grabación se llama Natural Research. La grabamos en directo, del tirón y en la misma habitación, como se toca el auténtico jazz.

—Una grabación en la que se encuentran dos talentos de generaciones muy distintas.
—Sí. A mí me encanta trabajar con gente joven, además Andrés es una bellísima persona y tiene unas ideas que me encantan. Tiene ese talento con el que se nace. Cuando yo tenía 21 años como él hacía lo mismo. Yo también era un fanático.

—¿El talento viene de nacimiento?
—Con el talento se nace. No es algo que se pueda aprender, se lleva dentro. Puedes aprender a tocar tal o cual instrumento y todas las técnicas y cosas ridículas del mundo. Pero hay algo que no se puede enseñar ni aprender: el sentimiento y la sensibilidad.