Víctor ante su taller en Sant Jordi. | Toni Planells

Víctor Costa (Ibiza, 1988), de Can Coroner, es mecánico en Sant Jordi, el pueblo de su familia. Un oficio que tiene claro que es su vocación desde que tiene memoria y del que continúa el relevo de su tío en el taller que tienen en frente mismo de la iglesia del pueblo.

— ¿Desde cuándo es usted mecánico?
— Oficialmente desde los 21 años, cuando terminé los dos años de Formación Profesional en Mallorca. Pero en realidad soy mecánico desde que tengo memoria. Lo llevo en el ADN.

— ¿Cómo es eso de llevar la mecánica en el ADN?
— Desde bien pequeño ya tenía obsesión con los coches. En el cole recuerdo que siempre dibujaba coches, la profesora me decía que si no sabía hacer otra cosa. Más adelante cogía las maquetas de juguete y las desmontaba, volvía a montar, les cambiaba las ruedas y les hacía todo tipo de tropelías. Era la época del tunning y yo ya tuneaba los coches de juguete. Tengo recuerdos de cuando era bien pequeño, a lo mejor tendría siete u ocho años, que ya le desmontaba los pilotos del coche a mi madre para cambiar las bombillas. Le miraba los niveles de aceite o le cambiaba las ruedas.

— ¿De dónde sacó esa afición?
— Mi tío ya tenía el taller y siempre andaba por ahí. Pero yo de pequeño lo que hacía mucho era I+D, tenía una curiosidad innata que me llevaba a investigar y toquetearlo todo.

— Seguro que ese niño mecánico sorprendería a más de uno.
— Sí. Mi primo, Joan Jurat, trabajaba en una nave cerca del aeropuerto. Cerca de allí había unos almacenes de una casa de alquiler y tengo un recuerdo muy lejano de una vez que, paseándonos a mí y mi hermano por allí con su novia (mi madrina), había un coche totalmente calcinado. Siendo un crío de unos cinco años recuerdo que le pregunté a mi primo (que es bastante más mayor que yo) que qué hacía allí un Renault 19 cabrio quemado. Mi primo flipó, él también es aficionado a los coches y se lo tuvo que mirar muy bien para comprobar que, efectivamente, se trataba del modelo que le había dicho yo.

— En el taller, ¿cuándo empezó a echar una mano?
— Desde bien pequeño. A partir de los 12 o 13 años ya me pasaba los veranos ayudando a mi padre y a mi tío. Empecé cambiando ruedas, luego pastillas y, poco a poco, cosas más complicadas. Ya te digo que, desde que tengo memoria, he estado ayudando en el taller, aunque solo fuera pisando el freno.

— ¿Esa afición es común en la familia?
— Bueno, somos cuatro hermanos y yo soy el único que me he enganchado a esto. Juanan, el mayor, es pediatra, Jordi es gerente de una empresa y David, mi gemelo, es arquitecto.

— ¿Cual fue su primer coche?
— Mi primer coche me lo monté yo a partir de los 16 años. Era un Peugeot 205 de la familia que habían llevado todos mis hermanos mayores. Uno de ellos se cargó el motor, yo tenía 16 años y dije que yo lo arreglaría, pero que me lo quedaría para cuando tuviera el carnet y así fue.

— ¿Recuerda cómo celebró haberse sacado el carnet?
— Bueno, es que se da la circunstancia de que no pude conducir hasta unos meses después de sacármelo. Me fui a Mallorca dos días después de aprobar el examen y hasta que volví en octubre no conduje. Eso sí, cuando vine coincidió que era el cumple de mi mejor amigo, Xicu, y la Pujada a sa Cala de ese año. Lo celebramos yendo a ver las carreras.

— ¿Allí le entró el gusanillo de la competición?
— El gusanillo de la competición me vino con un coche viejo que tenía mi padre para piezas. También era un Peugeot 205, pero solo quedaba el cascarón. Decidí ir montándolo poco a poco para apuntarme a competir con bajo presupuesto. Iba a estrenarlo en el hipódromo de Sant Rafel para moverlo hasta allí fue toda una odisea, tuve que pedir que me lo llevaran con un remolque, levantarme de madrugada... Al final suspendieron la carrera por no sé qué burocracias y no se volvieron a celebrar carreras allí. En Sa Coma corrí todas las carreras de autocros que se hicieron. He llegado a ser subcampeón en 2012 y campeón de Baleares en 2013 de mi categoría.

— ¿Ha corrido rallies?
— Sí, desde 2011 los he corrido todos. Creo que he corrido todo lo que se ha hecho en Ibiza desde entonces y algunos en Mallorca y en Menorca. He llegado a hacer un quinto puesto en la general y, en 2019, hice el récord del 205 en sa Cala: 2 minutos 34 segundos. Pero sobre todo he hecho grandes amistades: Joan Terry, Joan Serra, Christian, Josep, Toni, Raúl...

— ¿Qué le pasa con el Peugeot 205?
— Tengo algo especial con este modelo. Habré tenido unos 10 Peugeot 205. Ese es mi coche. El primero que tuve ahora es un coche museo que llevo a las concentraciones de coches clásicos y es hasta famoso dentro del club. Está modificado y restaurado entero. Es una de mis joyas que saco solo los domingos.

— ¿No ha pensado nunca en cambiar a otro modelo?
— Sí, probé con un 106 mucho mejor preparado, pero estoy demasiado acostumbrado a la conducción del 205, así que decidí invertir en prepararlo y no en cambiar de modelo. Mi coche es el Peugeot 205.