Ginés tomando el fresco en la hierba de Puig d’es Molins el Vuit d’agost. | Irene Arango

Ginés (Alhama, Murcia, 1938) llegó a Ibiza por obligación. Fue durante su servicio militar, en 1960, y tres años más tarde decidió convertir Ibiza en su hogar. Poeta de vocación, elabora unos versos por cada anécdota o situación que se cruza en su vida. Su inquietud y curiosidad le han convertido también en un cofre lleno de historias, leyendas y anécdotas que guarda en su memoria en forma de poemas y canciones.

— ¿De dónde es usted?
— Yo nací en Alhama de Murcia, un pueblo en la Sierra de Espuña. Mis padres eran José y María, los dos Martínez porque eran un poco parientes. Es lo que tenían los pueblos pequeños. Allí mi madre criaba animales, tenía pavos, cabras, mulas, de todo Cada uno de los siete hermanos que éramos nos ocupábamos de unos. Eran unos tiempos duros y había que trabajar para poder vivir. No eran tiempos en los que todos los niños fuéramos al colegio. Mi padre se dedicaba era corredor, se dedicaba a ir comprando almendras animales y demás, y a llevarlos en un camión a otros pueblos para venderlos. Así es como aprendí a conducir, de bien pequeño, entes de los diez años. Cuando llegábamos a los caminos malos, el chófer del camión me dejaba que lo llevara. Siempre le decía a mi padre, «este chaval será un fenómeno cuando sea mayor».

— ¿Me cuenta algún recuerdo de su infancia en Sierra Espuña?
— Yo no tendría más de 13 años, cuando le robaron una mula a un vecino, Antón, a media noche. Los que robaron la mula pasaron por diferentes pueblos y, a la entrada de Alcantarilla, los pillaron. Hice unos versos con esa historia que dicen así: ‘En los barrrancos de Jevas se ha cometido un crimen mayor, le han robado la mula al vecino Antón. También llevaban una pava para comérsela con arroz, no se comieron la pava ni tampoco el arroz. Porque les pilló Pepe, ‘el Quinto’, a la entrada de Alcantarilla y a la salida del Sol. Y el tío Antón con sus mulas muy contento se quedó.
El tio Antón y Pepe ‘el Quinto’ para celebrarlo se bebieron una roba de vino y para hacer boca un jamón. Aquí acaba la poesía de la mula del tío Antón’.

— ¿Desde cuándo es usted poeta?
— (sonríe ruborizado) Desde siempre, yendo con los animales por el campo solía coger una palabra y la iba estirando patrás y palante y así iban saliendo mis poesías. No las escribo en papel, solo en mi cabeza, y se las dedico a las anécdotas o cosas que van ocurriendo por el mundo. Por ejemplo, le hice una al pequeño Julen, que se cayó al pozo en Málaga. Un pueblo muy cercano al mío, Totana, es el que se movilizó para hacer los tubos para poder acceder al niño. Un herrero, que es biznieto de mi padre, fue el que le hizo esa jaula con la que bajaron a por él.

— ¿Cuándo llegó usted a Ibiza?
— Vine a Ibiza por primera vez haciendo el servicio militar. Era 1960 o 61. Tras los tres meses que hice en Palma en el periodo de recluta y haber jurado bandera, me destinaron a Ibiza. Estuve en el edificio de Can Ventosa, que era donde tenían el cuartel de intendencia. Allí es donde estaban los hornos y desde donde se repartía el pan y todo lo demás. Como aproveché la mili para sacarme el carnet, de segunda y de primera, me encargaba de repartir el pan, otro repartía los correajes, otro la leña, cada uno lo que le tocaba.

— ¿Vivió en Ibiza desde entonces?
— No. No me vine a trabajar definitivamente hasta unos años más tarde, en 1963, cuando un amigo que tenía un camión me llamó para que le echara una mano.

— Ha sido testigo del cambio que ha vivido Ibiza desde su llegada hasta hoy, ¿Qué opinión le suscita ese cambio?
— Las cosas cambian, es lo normal. Para mí, ya me parece que es demasiado. No puedes ir a ningún lado sin estar haciendo colas. No es como cuando llegué. Ibiza era un lugar tranquilo, donde podías irte de casa y dejar la puerta abierta. Era parecido a lo que era mi pueblo.

— ¿Fue camionero desde entonces?
— Bueno. Un poco después me compré un tractor y estuve cuatro años haciendo jornadas en los campos de los payeses, que por aquel entonces casi ninguno tenía un tractor como el mío. Luego llegó el turismo, así que vendí el tractor y empecé a trabajar en el autobús en distintas compañías. Al principio estuve haciendo la ruta de Port d’es Torrent, Cala Tarida y Cala Vadella. También hice la de Ibiza, Puig d’en Valls, Jesús, Cala Llonga y Santa Eulària y de regreso. Aparte de otras rutas en autobuses de línea. Pero también estuve en transporte discrecional, que es donde empecé. Pero he llevado de todo, desde tractores a camiones, lo que saliera cuando no iba bien lo de los autobuses. Así estuve hasta que me jubilé.

— Mientras tanto, ¿tuvo familia?
— Lo que tengo es un ‘nebot i fillol’, un hijo de mi hermana, María, que se llama exactamente igual que yo. Yo me casé con una ibicenca, María de Can Carreró, de Sant Lloreç, pero no pudimos tener hijos. Yo trabajaba en una finca de al lado de su casa, empezamos a hablar, se empeñó en que nos casáramos y mira. Como más pronto o más tarde había que casarse, nos casamos. Yo creo que nos casamos demasiado pronto, ella tenía ventialgunos y yo treinta y tantos. Seguimos casados, pero no pudimos tener hijos y eso lo hecho de menos.

— Para despedirnos, ¿nos recitaría la poesía de Julen?
— Claro, es una canción: (entona) ‘Hay que tener cuidado con las cosas del querer, no dejes el pozo abierto que el niño puede caer. El que hizo ese pozo, ay que bien que lo tapó, pero hicieron un rebaje y el pozo abierto quedó. Fue donde Julen cayó. Después vinieron los bomberos, después vienen los mineros, ¡madre mía la que se armó!. Todos corrían con ganas, los tubos los llevan de Murcia, del pueblo de Totana. Los cargaron por la noche, llegaron a Málaga de madrugada. Hay que tener cuidado con las cosas del querer, no dejéis el pozo abierto que el niño puede caer’.