Pepe Molio. | Toni Planells

Pepe Molio (Sa Penya, 1932) pasó una buena parte de su vida, durante 17 años, trabajando en la hostelería en Mallorca. Sin embargo, en sus 91 años de historia, caben muchos años de trabajo desde los seis años en los que empezó a hacer de pastor para una familia, muy lejos de su casa.

— ¿Dónde nació usted?
— Nací en Sa Penya. En la parte de arriba del todo. Éramos nueve hermanos, de los que quedamos cuatro. Yo era el cuarto. Vivimos allí un tiempo antes de mudarnos al Carrer d’Enmitg. Pero eran tiempos difíciles y mis padres, Ramon y Josefa, apenas podían mantenernos a todos, así que, cuando tenía seis años y medio, me acabaron mandando a hacer de pastor en una casa de Santa Gertrudis, Can Roig. Por eso me conocen como Pepe d’en Roig.

— ¿A qué se dedicaba su familia?
— Éramos una familia de pescadores. Mi padre y mi hermano mayor, Ramón, murieron ahogados mientras pescaban cuando solo tenían 41 y 17 años. Tras eso, también murió una hermana de mi madre que vivía en Melilla y acabó yéndose allí, con su cuñado, con tres de mis hermanos. Yo estuve allí un año, pero después volví aquí. Allí, mi madre tuvo otro hijo más con el que fue su cuñado. Pero apenas tengo recuerdos de esa época.

— ¿Tiene recuerdos de los tiempos de La Guerra?
— La verdad es que, recuerdos propios, apenas tengo. Todo lo que sé es por que me lo explicaban. Como lo de la cueva de Talamanca donde nos llevaba mi madre a refugiarnos o lo de la casa que bombardearon. Pero yo era muy pequeño y no lo recuerdo. Sí me acuerdo de la época en la que, aunque tuvieras dinero, no había nada que comprar. Aunque los llaman ‘los años del hambre’, yo no llegué a pasarla. Donde vivía había huerto y comíamos de lo que sembrábamos, no faltaban patatas, boniatos, hacíamos pan y matanza…

— ¿Pudo ir al colegio?
— No. Nunca me dejaron ir. En esa época había un maestro, al que llamaban Olivar, que daba clases por las noches. Yo pedí que me dejaran ir, pero en la casa no me dejaron, así que, cada vez que podía, me escapaba para ir al colegio. Pude ir lo justo para aprender cuatro letritas, nada más.

— ¿Tuvo que hacer la mili?
— No. Solo la hice tres meses menos seis días, pero ese año tuve una hija, o no sé qué, pero la cuestión es que hicieron un sorteo, salió la M y, como yo soy Molio, me salvé de hacerla (ríe).

— Cuando me habla de la casa, habla de Can Roig, ¿no es así?
— Así es. Eran dos hermanos, Jaume y Vicent, estando yo allí, uno de ellos, Vicent, se casó con María y tuvieron un hijo. Pero cuando llegué, no había niños en la casa. Estaba yo solo. Trabajé siempre allí, por comida, techo y ropa, hasta que me casé. En ese momento, les dije que si, a partir de entonces, podrían pagarme. Pero me dijeron que no, así que me fui a trabajar de mayoral a otra fincas donde me pagaban. El único regalo que me dieron en esa casa fue el pan que me llevé el día que me fui para casarme.

— Hábleme de su mujer.
— María Cardona Cardona, de Can Simón. Fue una mujer muy luchadora y muy trabajadora. Siempre trabajamos y luchamos juntos. ¡Siempre!: Era de Santa Gertrudis, éramos vecinos y venía a la casa a trabajar como criada desde que era pequeña. Cuando nos casamos, apenas le faltaba un mes para cumplir los 16 años, yo tenía 20. Estuvimos casados 70 años, falleció hace tan solo un par de meses.

— Molts anys de vida. ¿A qué finca fue al casarse?
— A Can Pere Simon. Era de uno que había estado en Buenos Aires y que fue el primero en empezar a pagar las ocho horas, a 20 pesetas. Vivíamos en unas casitas de mayoral, con poquito terreno y que, cuando llovía, caía más agua dentro que fuera. Más adelante fui a Can Pere Lluc, donde estuve seis años. De allí, ya nos vinimos a Vila, con un primo que estaba al lado de Sant Elm, para trabajar como albañil haciendo azulejo en una fábrica de Puig d’en Valls. Allí estuve seis o siete años más antes de irnos a Palma.

— ¿Qué fue a hacer a Palma?
— A trabajar. Era 1967 y decidimos, alquilar y llevar un bar allí con mi hermano. El primer bar lo tuvimos alquilado durante un par de años. En el segundo, estuve nueve años hasta que compramos el Tapaguera, que todavía lo conservamos, alquilado, mi cuñado y yo. De esta manera, trabajé en la hostelería hasta que me retiré en el 84, y volvimos a Ibiza. No podía más.

— ¿A qué se ha dedicado desde entonces?
— A hacer de todo lo que me gusta: ir a pescar con el Llaüt de mi sobrino, cuidar de su huerto, ir a buscar ‘pebrassos’ cuando es el tiempo, caracoles, espárragos… de todo. Hasta que tuve un problema de salud hace unos años y me he convertido en una cafetera (ríe).