Conchita Torres, ha pasado su vida entre telas y agujas. | Toni Planells

Conchita Torres (Sa Penya , 1946) ha pasado su vida entre telas y agujas. Discípula de la maestra Margarita Negret, el oficio de modista ha sido el que la ha acompañado toda su vida, confeccionando, entre otras cosas, los vestidos de cientos de novias ibicencas a través de los años.

—¿Dónde nació usted?
—En Sa Penya, en la calle que llamábamos ‘es carrer fosc’. Allí nacimos todos los hermanos, yo fui la última en llegar cuando mis padres ni se lo esperaban (ríe). Tuvieron cuatro hijos, pero uno de mis hermanos murió cuando apenas tenía unos meses. Mi madre, Maria, era de Vila pero mi padre, Pep, vino de Sant Joan, de Can Batista.

—Viviendo en Sa Penya, ¿su padre era pescador?
—No. Él había estado trabajando en los estanques de Ses Salines bastante tiempo. Pero yo era muy pequeña y apenas me acuerdo. Cuando hubo ahorrado suficiente dinero, se compró un terreno en Santa Gertrudis y nos fuimos allí a vivir cuando yo era muy pequeñita. Allí encontró agua y recuerdo que venía mucha gente a sembrar al terreno. Mi hermano, con solo 11 años, ya ayudaba a mi padre con las ovejas.

—Entonces, sus recuerdos infantiles irán más ligados a Santa Gertrudis que a Sa Penya.
—Para nada. Tengo muy buenos recuerdos de Sa Penya y del grupo de niñas con las que jugaba durante los fines de semana. Ahora, los fines de semana vienen todos los de Vila a Santa Gertrudis, antes era al revés: los fines de semana los pasábamos en Vila. Cada vez que llegaba mis amigas, las de Can Negret entre otras, me recibían con un «¡mira!, hoy ha bajado la payesa» (ríe). Íbamos mucho a nadar a la playa de ‘baix Sa Penya’. No sé cómo no nos matamos ninguna bajando por el acantilado sin escalera ni nada.

—Al colegio, ¿iba a Santa Gertrudis?
—Así es. Además empecé a ir antes que nadie, con solo cuatro años. Resulta que la maestra, Doña Margarita, dejaba a sus hijos a mi madre para que los cuidara. Mientras tanto, yo iba al colegio con mi hermana, que tiene siete años más que yo, y me entretenía allí. Cuando crecí un poco, fui yo la que entretenía a los nenes de la maestra. Doña Margarita murió hace un par de años con 102 años.

—¿Hasta cuándo estudió?
—En el colegio, hasta los 14 años. Entonces empecé a aprender a coser. Al principio, pensé que me iba a gustar estar en Vila y estuve dos semanas aprendiendo con la Mestra Cala, pero volví a Santa Gertrudis enseguida. Me anyoraba mucho de Santa Gertrudis. En Santa Gertrudis mi maestra durante cinco años fue Margarita Negret. Recuerdo que el primer día me lo pasé entero perfilando. En esa época la mayoría de mujeres aprendíamos a coser. Era la única carrera que podíamos hacer. La de modista. O eso, o ir a limpiar a casas o a hoteles, las mujeres no teníamos muchas más opciones, además de llevar la casa, claro.

—Usted, ¿se sacó la carrera de modista?
—Ya lo creo. He cosido toda la vida. Hasta ahora que me he jubilado. Antes de que empezara a haber prendas ya fabricadas en las tiendas, la ropa se hacía por encargo. Eso es lo que yo hacía, habré hecho cientos de vestidos de novia, de comunión, trajes… ¡De todo!. Mi pasión siempre ha sido coser. Desde siempre, cuando miro la tele y veo a una mujer con un vestido que me gusta, me lo miro para ver cómo se hace. Coser ha sido siempre mi fuerte. Si veía un vestido que me gustara en la tele o en un escaparate, me lo miraba bien y me lo hacía para mí.

—¿Recuerda el primer vestido que cosió como modista?
—Sí que lo recuerdo, sí (ríe). Era un vestido verde para Catalina, la madrina de bodas de Pepita y Joan Porxet. Estaba tan nerviosa que lo hice tan grande que cabían dos personas dentro (ríe). Luego lo arreglé, Catalina fue tan guapa y el vestido tuvo tanto éxito que después me fue muy bien. Con la llegada de las tiendas de ropa empecé a coser por comisión para los hippies. Cuando bajó el tema de la comisión, volví a coser por mi cuenta.

—¿Vivió siempre en Santa Gertrudis?
—No. A Santa Gertrudis siempre he ido y he vuelto. Ahora vivimos otra vez aquí desde hace 17 años, pero me fui cuando me casé con Vicent Marsoc. Tenía 24 años y, aunque ahora sea lo normal o hasta muy pronto, entonces no se consideraba que fuera muy jovencita precisamente al casarme a esa edad. Entonces, nos fuimos a vivir a Vila. Allí estuvimos viviendo durante 35 años y es donde nacieron nuestras hijas. Ahora ya tenemos tres nietas y un nieto: Clara y Santi, que son de Marga, y Noelia y Leire, de Mari.

—¿Sigue cosiendo?
—No. ¡Ya he hecho suficientes vestidos!. Ahora me dedico a pasear y a pasarlo bien. Siempre con mi marido, hemos estado siempre uno al lado del otro. Hemos superado juntos etapas y baches de todo tipo y muy difíciles. Ha habido muchas tormentas, pero siempre hemos sabido navegarlas juntos. Es un hombre muy bueno, ¡mañana mismo me volvería a casar con él!.