Javi ‘d’es Faro’ en Sant Antoni, su pueblo de toda la vida. | Toni Planells

Javier Fernández (Águilas, Murcia, 1951) es más conocido como Javier ‘d’es Faro’ o como Javier ‘de ses bicicletes’. Apodos que le vienen de su origen como hijo del farero de Sa Cunillera y de Ses Coves Blanques, así como de su dedicación al ciclismo fundando junto a unos amigos el Club Ciclista de Sant Antoni a mediados de los años 70.

—¿Dónde nació usted?
—Nací en un faro. En el de Águilas, Murcia, concretamente. Como todos mis hermanos. El mayor, Luis, nació en el faro de Ses Coves Blanques, mi hermana Gertru en el de Zumaya. Mis otros tres hermanos pequeños (Alberto, Finita y Carlos) también nacieron en Ibiza, en el faro de Ses Coves Blanques.

—Entiendo que sus padres eran fareros.
—Así es. Mi padre, Paco, era farero. Igual que su padre. En este oficio te destinan a distintos lugares y en 1942 le destinaron a Ibiza. En cuanto bajó del autobús que le llevó a Sant Antoni se encontró con un grupo de chicas del pueblo que habían ido a ver el aspecto del nuevo farero que llegaba a Sant Antoni. Entre ellas estaba mi madre, Maria de Can Portmany, que siempre contaba que, en cuanto le vio, dijo que ese iba a ser su marido. Así fue, a los seis meses se casaron. Al poco tiempo de que naciera mi hermano mayor se fueron a Pontevedra, pero mi madre, que era de Sant Agustí, quería volver a Ibiza. Así que mi padre empezó a pedir faros lo más próximos a Ibiza posible. Así que el recorrido de vuelta fue, desde el faro de las Islas Cíes, al faro de Zumaya, donde nació mi hermana Gertru, pasando por el faro del Monte Igeldo. De allí a las Islas Medas para ir bajando hasta el faro de Águilas, en Murcia. Allí nací yo y, poco tiempo antes de que naciera mi hermano Alberto, por fin volvieron a destinar a mi padre en el faro de Ses Coves Blanques. Sin embargo, por alguna razón que nunca he llegado a saber con exactitud, se acabó marchando destinado al faro de Estepona, donde se jubiló.

—¿Vivían en el faro?
—Sí, claro. El trabajo se distribuía entre dos familias, la nuestra y la de Can Vinyes. Cada uno estaba 15 días en tierra, en el faro de Ses Coves Blanques, y 15 días en el faro de Sa Conillera. Los veranos se organizaban para alargar la quincena a un mes seguido para pasar las vacaciones con toda la familia en Sa Cunillera. Cada semana venía la barca cargada de los víveres necesarios. Muchas veces también venían amigos míos o de mis hermanos en esa barca con los que jugábamos durante unos días. Entre ellos, quien ha sido mi amigo durante toda la vida, Vicent ‘es Sifoner’.

—¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Sa Cunillera?
— Tengo un recuerdo formidable de esa época. Íbamos a pescar con los amigos en una barca. Solo teníamos que remar unos metros para sacar todo el pescado que quisiéramos. Por las noches, íbamos con unas linternas y en unas cuevecitas que había al lado de donde se atracaba (‘La Salvadora’), sacábamos las sepias que dormían allí solo con las manos. También recuerdo a mi padre enseñando a nadar a mi hermano Carlos, que le daba mucho miedo. Lo amarró con un cabo a la cintura, salió de ‘La Salvadora’ con la barca de remos y, cuando se alejó unos metros, lo tiró al mar. Antes de que se hundiera demasiado lo recogía con la cuerda. Al tercer día ya nadaba perfectamente (ríe).

—¿Dónde estudió?
—En las Trinitarias de Sant Antoni. Después fui a hacer la preparatoria a Vila con don Joan para ir a Santa María a hacer el bachillerato. Antes de terminarlo me surgió la oportunidad de sacarme el título de périto electricista para GESA en Mallorca. Allí estuve tres años y, por nota, solo me saqué el título de maestro industrial. Las cosas en casa no estaban para pasarme tres años más y decidí volver a Ibiza y empezar a trabajar.

—¿Dónde trabajó?
—Mi primer trabajo fue pintando rótulos, carteles y matrículas de barcos con Antonio, ’el Macareno’. De allí me fui a trabajar con Nito Verdera y Jordi Gili, que tenían una librería donde yo estuve sellando quinielas un par de años. Esporádicamente también trabajé en un hotel de la familia, el Montemar, y en una farmacia. Al dejar la librería empecé a trabajar con Antonio Roselló, ‘de sa Mutual’, que fue un gran futbolista en esa época. Con él trabajé después de que consiguiera la corresponsalía de la Banca March. Sin embargo, yo no era empleado de la banca, era empleado de Antonio ‘de la Mutual’ y, cuando dejó de tener la corresponsalía, perdí el trabajo en el banco ante mi sorpresa. Menos mal que tenía experiencia y, superando un examen, entré a trabajar en el Crédit Balear en 1971. Allí estuve durante 20 años. Luego estuve unos 10 años trabajando con Eduardo Mayol distribuyendo material de construcción. En 2001 me puse por mi cuenta montando ‘El Faro Pavimentos’ donde me he jubilado y que ahora lleva mi hijo mayor.

—Entiendo que se casó y fundó una familia.
—Sí. Me casé con Remedios, que es de un pueblo de Ávila, San García de Ingelmos, y tuvimos a nuestros hijos, Víctor e Iker. Su hermano Aurelio era inspector de faros y vino a Ibiza a trabajar con mi padre para probar el oficio de farero. No le gustó y estuvo poco tiempo en el faro. Sin embargo mis padres le ayudaron a encontrar otro trabajo en Ibiza, en la pensión Catalina. Venía cada año a hacer la temporada y, como mis padres le trataron tan bien, en agradecimiento su familia invitó a uno de sus hijos a su pueblo. Luis y Gertru, los mayores, no podían y, aunque yo trabajaba con Toni ‘de sa Mutual’ me dio permiso, y me fui a Ávila. Allí conocía a Remedios y a su familia. Estuvimos escribiéndonos unos años antes de que viniera a Ibiza a trabajar y nos pudimos casar. Mientras tanto iba haciendo viajes en coche para ir a verla cuando podía. Me encantaba hacer viajes por la península en coche. Con Vicent ‘Es Sifoner’ casi siempre. Hemos viajado juntos de solteros, con nuestras esposas y por nuestra cuenta siempre. Siempre que podemos vamos a ver La Vuelta a España.

—Media vida laboral dedicada a la banca, y la otra media a la construcción.
—En realidad me he dedicado a más cosas. Por ejemplo, estuve como pincha discos en el Boukala entre el 71 y el 73. Lo combinaba con mi trabajo en el Credit Balear. Pero si he dedicado tiempo y pasión a algo es al ciclismo. El 8 de octubre de 1974 fundé, junto a Vicent ‘es Sifoner’ y una serie de amigos, el Club Ciclista Sant Antoni. Lo estuve dirigiendo o vinculado a la directiva hasta 1999. Fue una época muy buena para el ciclismo en Ibiza, organizamos carreras como la ‘d’es porquet’, salíamos a hacer carreras fuera. También conseguimos el velódromo que por desgracia hoy en día está muy infrautilizado, y la escuela de ciclismo en la que nos ayudó mucho Miquel March. Cuando lo dejé hubo un poco de bajón, pero hoy en día gente como Juanjo Planells y compañía han vuelto a levantar bastante el ciclismo en Ibiza. Además, también ejercí como corresponsal deportivo durante unos cuatro o cinco años cubriendo los deportes de Sant Antoni para la Cope, La Prensa de Ibiza o Diario de Ibiza.

—¿Va usted en bicicleta?
—Salgo dos o tres veces por semana, pero cada vez voy más acojonado. Ya había pasado otras veces, como con Daniel Viñals, pero la reciente muerte de Bernat Ribas nos ha devuelto el miedo en la carretera. Cada vez vez hay más coches y todo dios va acelerado.

—¿Se planteó alguna vez continuar con el oficio de farero?
—Es curioso pero, con el buen recuerdo que tenemos de nuestra infancia en el faro, ninguno de los hermanos seguimos el oficio. Tal vez fuera porque mi padre nunca nos lo recomendó de ninguna manera. De hecho, nos hablaba de las calamidades que pasó en el mar, llevando las botellas de gas para cambiarlas en Ses Bledes o a Es Vedrá en un bote de remos. ¡Imagínate en el Norte!. Ni siquiera logramos convencerle nunca de que se hiciera con un barquito para ir a pescar. «Prefiero estar en tierra que en el mar», decía siempre. Sin embargo, tengo la suerte de que la gente de las reservas naturales nos llaman cada vez que organizan excursiones para que expliquemos cómo era la vida del farero.